Lisandro Carcavallo (30) no es cineasta. No según la academia. Sin embargo, un largo recorrido por lenguajes musicales y audiovisuales atraviesa su trayectoria e interés, habiendo sido parte de la carrera de Dirección de Arte y Cultura en la UNTREF y transitado la EMBA, haciendo la tecnicatura de sonido. Se recibió en ISER, donde realizó dirección y producción de radio y TV.
“Encontré algo en el cine que yo ya venía haciendo, como videoclips, pero nunca había imaginado hacer una peli, menos sobre ‘Cemento’. Es muy loco porque cuando uno logra algo que logra notoriedad, parece que lo anterior no existió, y para mi lo anterior fue también importante. Todos esos videoclips y lo que uno va haciendo lo nutren para hacer algo más grande” comentaba al inicio de la entrevista, recordando.
“Yo había decidido a dedicarme a esto, a poner la productora y armar lo audiovisual. Deje mi laburo bajo relación de dependencia con todo lo que eso implicaba y no fue fácil. Recuerdo estar craneando qué hacer y diciendo ‘bueno, vamos a hacer cosas, tengamos lo que tengamos”.
La sensibilidad de algunos combinada con las ganas y cierto azar, genera cócteles interesantes: “un día, de casualidad, estaba mirando una agenda que estaba guardada en fondo de un cajón y empecé a encontrar entradas de recitales, esos tesoritos que uno guarda, y me di cuenta que casi todas eran de Cemento. También me di cuenta que no había mucho hecho, y así comenzó” comenta Lisandro, sobre el proyecto que germinó con dos personas y hoy cuenta con un equipo de más de 15.
Uno de los sueños que tuvo Lisandro al terminar y querer proyectar la película, fue que la primer función se realizara precisamente en el emblemático predio que hoy es estacionamiento, y que supo albergar la gloria del rock nacional. Las gestiones no fueron sencillas, no parecía posible.
“Cuando me acerco a pedir ‘Cemento’ logro dar con la persona que me podía reabrir el lugar, cuyo contacto me lo paso un músico amigo. Me siento y me dice ‘¿qué necesitas?’ ‘Vengo a plantearte una utopía’ le dije, ‘presentar la película de Cemento en Cemento’ pensando en que me iba a sacar cagando”.
Su contacto accedió instantáneamente. La única condición: que sea en el marco del BAFICI. “Lógicamente, ¿qué iba a decir? Lo primordial era reabrir ‘Cemento’ y el BAFICI es un festival súper importante, y se pactó hacer dos funciones”.
“Los nervios fueron muy fuertes, era mi primer película, dentro de un festival prestigioso, sobre un lugar sumamente importante para nuestra cultura. Había muchas cosas ahi adentro, y por suerte a la peli le fue bien, fue aceptada, que era lo más difícil, o tratas temas tan difíciles o tan personales, de tanta impronta, que a veces hay que estar la altura, era la mayor duda que teníamos”.
A partir de ahí, la película no paró de girar. Con entradas agotadas en el predio, decidieron contener a quienes se habían quedado afuera en una función especial en Plaza Francia, un sábado a las 22 hs al aire libre, cuya concurrencia desbordó las 1200 personas. El Gaumont también desbordó.
Contar Cemento es amplio y vasto ¿cuál fue el eje, la hipótesis de la película?
“Lo que se intentó fue mostrar a Cemento como un espacio cultural sumamente importante y que hoy no está sonando, porque es un estacionamiento. A partir de eso hubo que explicar lo que era Cemento, lo que fue, y lo que sigue siendo en el imaginario. La bisagra que rompe es que hoy sea un estacionamiento del Ministerio de Educación de Buenos Aires, que de por sí es tristísimo porque es una clara demostración del poco interés que se le da a estos espacios, de lo poco que de verdad cuidan la cultura real, esa cultura tan genuina y tan nuestra que olvidan y tapan, haciéndonos ir a ver “Transformers”.
“También es cierto que era un espacio cultural al que hoy podemos llamar como tal porque, por ejemplo, hoy los punkis son aceptados pero en su momento no lo eran. Pero siempre van a coptarnos y agarrar lo que nosotros creemos como transgresor y es ahí donde entra Cemento, en ese quiebre, en discusiones que hoy estan super establecidas como el aborto legal, pero de la que se hablaba en los ‘90 con Fun People y She Devils. Esas discusiones ya se daban en Cemento”.
¿Que recepción tuviste de quienes participaron desde lo testimonial?
“Si bien hubo un laburo de producción muy grande, también hay algo que destacar y es que hubo una predisposición enorme siempre. Había muchas ganas de hablar de Cemento, de hablar de Omar. Creo que hubo muchos años de silencio, donde no se quería reflotar lo que pasó. Sin ir más lejos, le mando un mail a Moyo, abajo está mi teléfono. Moyo me llama y me dice: ‘¿Hola, si, qué necesitas?. Te quiero hacer una nota para el documental’ le contesté, y me dijo: ‘Si, se lo debemos a Omar, ¿cuándo lo querés hacer?’. Lo mismo me respondió Dafunchio por mail: ‘Si, le debemos este documental a Omar’. Había ganas de hablar al respecto, de hablar de lo que era Cemento y de lo que fue Omar”.
La charla con Lisandro deja ver el amor a la música, las influencias, la profunda responsabilidad que implica hablar sobre un espacio al que solo visitó en la última camada, pocos años antes de cerrar pero al que pareciera referirse como si lo hubiera habitado décadas, como si de tanto entrevistar, él hubiera estado ahí y no recién nacido: “cuando se habla de Cemento, hay que pensar que Cemento es del ‘85, con una democracia recién comenzada, con una policía que seguía que seguía teniendo a los sádicos de la dictadura, muy parecida a la que vemos ahora tal vez, y en ese momento en democracia, ya la gente no estaba dispuesta a tolerar esos hábitos y menos los artistas, que querían expresarse de determinada manera. Cuando Cemento abre en esa primavera alfonsinista, abre las puertas a un lugar donde cualquiera podía expresarse, donde no había derecho de admisión, podías ir vestido como se te cantaba y hacer lo que se te cantaba los huevos”.
Cemento no solo ofrecía la posibilidad de tocar, o ir a ver bandas sino que “nace como ese un lugar abierto al teatro, a la performance, abierto a lo distinto, que después termina siendo un producto de bandas sobretodo por lo económico. Pero ante esa necesidad, Omar nunca dejó de aportar al arte y la cultura, porque mientras tocaban bandas de lunes a lunes, había teatro los miércoles. Hay algo más que destacar: así como atraviesa a vuelta de la democracia, también atraviesa el menemismo y un capitalismo atroz donde la cultura pasa a un tercer plano”.
A propósito del tema, Lisandro recuerda a Eduardo Schmidt, del grupo “Árbol”, quien trajo a colación para el documental: “mientras el presidente (Ménem) estaba bailando con odaliscas, comiendo pizza con champagne, en Cemento había recitales a beneficio”. Cemento incluso, llegó a ver los albores del Kirchnerismo: cerró en 2004, el mismo año que Cromañón, luego de casi 20 años que atravesaron tres décadas de la más efervescente escena juvenil y social.
¿Qué pensas sobre la tragedia de Cromañón?
“Creo que Omar fue responsable, nadie le va a sacar la responsabilidad. Creo también que hubo muchos más implicados, y muchos andan sueltos. Creo que pagaron los que menos tenían que ver, como suele pasar con la justicia acá, o que tal vez tenian que ver pero no tenían porqué fumarsela solos. Creo que fue tristisimo, una de las peores tragedias que al menos a mi me toco vivir y como país sigue doliendome mucho y habla de la desidia, el desinterés, la falta de compromiso y cuidado y la manipulación mediática.
Para mi Omar fue responsable pero eso no quita que no haya sido un gran gestor cultural, que haya tenido ‘Café Einstein’ en plena dictadura, momento en el cual había que tener un lugar así, donde tocaba Sumo y Soda, y que después haya tenido el lugar más importante en la historia del rock argentino. Eso no lo podemos negar. Es como decir que una película de Woody Allen es mala porque es pedófilo. Sabemos que es pedófilo, pero eso no tiene que ver con la obra de arte en sí. Lo que pasó podría haber pasado en cualquier lado. Los que pateamos el under en ese momento sabemos que todos los lugares estaban así o peor, que podría haber pasado diez, cinco años antes, con cualquier banda. Es tristisimo, y sigue doliendo un montón. Somos una generación cromañón, con todo lo que eso implica.
En cuanto a la figura de Chabán, y lo que representó Cemento, los artistas se expiden en el documental sin escatimar en emociones y momentos sensibles. Cemento representó, no solo el semillero de la mayoría de las bandas consagradas de nuestra música, sino también el refugio, el lugar donde estas figuras volvieron a creer que expresarse en libertad era posible, y eso, según los mismos artistas fue posible gracias a Omar: “Iorio se quebró en la entrevista, fue increíble. Uno investiga mucho para hacer una película y sabía que Chabán era respetado, pero lo que verdaderamente me sorprendió fue el nivel de cariño que le tenían. Hubo personas en las entrevistas que me han dicho: ‘Omar era mi segundo papá’. Eso fue muy fuerte, y no me lo esperaba”.
La misma emoción la transpiraban esas paredes, que luego de 13 años reabrieron para proyectar el documental: “cuando se abrió cemento, ver a la gente llorar, tocar el piso, besar las paredes ¿qué lugar genera eso? yo voy a la casa de mi infancia y no me pasa, no voy a besar una pared. Cemento se ve que fue muy importante y lo demostró toda la gente que fue y está yendo a ver la peli”.
¿Crees que hay hoy un lugar más o menos similar al de Cemento?
Creo que hay algunos que aun apuesta, como el Salon Pueyrredon o la Cultura del Barrio. Creo que también los tiempos son otros, donde no hay un lugar como ‘Cemento’ que dé esa cabida tanto a bandas under o emergentes, simplemente yendo al tema de la capacidad. No tenes un Obras apostando a las bandas emergentes. También los tiempos son otros, no hay que olvidar que en algún punto en los ‘90, en la época que estuvo cemento, el rock estaba de moda, pero a su vez no era una moda del todo impuesta, era rebelde, había algo que decir, el que se vestia de determinada manera, decía algo y creo que hoy hay menos de eso, el rock está tal vez más marquetinizado. Hoy los lugares se llaman Trastienda Samsung, Movistar Arena. Cemento era Cemento, no había sponsors, no habia nada. Tenias un festival a beneficio de los inundados de Santa Fe o en contra de la guerra de Irak, con bandas todas sarpadas, Carajo, Catupecu Machu, Horcas. Entonces bueno, hoy tenemos el Loolapalooza, el festival Bue, el Personal fest… no tengo nada en contra de los festivales, pero es un cambio grande.
Si, quiza el problema no es que existan esos festivales sino que dejen de existir los otros.
Exacto. Que existen sí, en lugares más reducidos, más pequeños, y quizá no tanto en primera línea como podía ser Cemento, pero también habla de un cambio en la cultura rock, y que la hubo lógicamente después de lo que paso con Cromañón y ese es un cambio de paradigma en la escena, por eso creo que no hay un Cemento, porque no hay un espacio como Cemento, físico y porque no hay un tipo como Chaban que de verdad apueste a ese cambio.