“Hay un fusilado que vive”, escuchó Rodolfo Walsh en una noche asfixiante frente a un vaso de cerveza. No sabía que esa frase iba cambiar el curso de su vida, de la literatura argentina y de la historia del país. A fines de 1956, el periodista le propuso a Enriqueta Muñiz (a quien le dedicó el libro) que lo acompañara en la investigación de los fusilamientos llevados a cabo por el gobierno de Aramburu. Esa investigación más tarde dio lugar a la publicación de Operación Masacre. La joven española de 22 años, que trabajaba en la editorial Hachette, dejó registrado el paso a paso en dos cuadernos escolares. Con una impecable prolijidad, en cursiva y tinta azul, muestra cómo esta investigación transformó su vida: “El 20 de diciembre a las 12 hs. y 25 minutos, yo era aún una persona pacífica. A las 12 y media, un extraño llamado de Walsh decidió que dejaría de serlo muy pronto”.
Historia de una investigación cuenta con los escaneos de los dos cuadernos escritos de puño y letra por Enriqueta Muñiz, con las hojas amarillentas y las puntas dobladas. Los encuentros con los sobrevivientes y sus familiares y los infinitos recorridos cuyos vértices eran Retiro, Florida, La Plata y José León Suárez se narran de manera detallada. Además, se muestra el momento exacto en el que Walsh se descubrió peronista, cuando exclamó: “¡Y luego quieren que dejen de ser peronistas! ¡Si Perón les dio una casita con flores, y estos vienen a sacarlos de ella para llevarlos a un baldío y matarlos como perros, por la espalda!”. También, aparecen de manera esporádica simpáticas acotaciones del propio escritor, como cuando Enriqueta dice que a Walsh hay que aguantarlo o dejarlo y el periodista agrega a un costado: “[Preferiblemente, aguantarlo]”. Al final, se anexan cartas y poemas que muestran un costado tierno del autor disimulado durante la investigación. La joven resalta sus modos bruscos y lo llama “el terrible ironista”, pero los cruces de miradas cómplices son una muestra de la especial relación que había entre ellos. Fotos familiares, la declaración de Giunta y dos originales mecanografíados de cuentos publicados por Walsh completan este libro.
Daniel Link y Diego Igal introducen el material y lo contextualizan, cada uno con un estilo diferente. Link, quien estudió a Walsh y se encargó de editar su obra, maneja un tono más académico y remarca el valor de los manuscritos como archivo. Refiere a la importancia de estos cuadernos como prueba adicional que completa la lectura de Operación masacre, libro al que define como una “experiencia” (de escritura, periodística, literaria y de vida). Igal, que tuvo la oportunidad de conocer a Muñiz en persona mientras cursaba la carrera de periodismo, utiliza un tono más personal. Apela a la intimidad propia del género diario y transcribe fragmentos de los marrotes que nos permiten conocer la interioridad de la autora, a quien solo conocíamos por una dedicatoria.
Estos archivos reviven más de sesenta años después Operación masacre, un libro que nunca dejó de transformarse y lo hace aún hoy. Primero, en 1956, fueron artículos aislados en revistas como “Propósitos”, “Revolución nacional” o “Mayoría”, hasta que un año después Walsh logró publicarlo en forma de libro. A partir de allí, a esa primera edición se le agregaron prólogos y apéndices a lo largo de los años y hasta de manera póstuma.
Operación Masacre significó un punto de quiebre. A partir de la investigación, Walsh que había reivindicado la Revolución Libertadora, viró ideológicamente hasta formar parte de una organización armada peronista. También modificó la literatura argentina al crear un nuevo género que se popularizó con los años: non-fiction. Pero también, cambió el curso de la historia del país, ya que cuando Montoneros fusiló a Aramburu, entre los motivos se encontraba “la matanza de 27 argentinos sin juicio previo ni causa justificada el 9 de julio 1956”.
Aunque Enriqueta Muñiz quiso desligarse del asunto y se fastidiaba cada vez que la contactaban para hablar de Walsh y de la “investigación Livraga”, su familia decidió entregar estos archivos. Como lectores egoístas, pese a la voluntad de su autora, nos permitimos deleitarnos con esta nueva faceta que se nos muestra de la más importante investigación periodística del país.