En el Diccionario de la Performance y del Teatro Contemporáneo, Patrice Pavis define la autobiografía como “la escritura de un autor/a por él mismo y sobre sí mismo, la escritura del sí mismo. La autobiografía se asocia más bien al relato de vida, donde un yo narrador cuenta lo que un yo anterior realmente ha experimentado, vivido, pensado”. Eso es un poco lo que sucede en Imprenteros, donde Lorena Vega y hermanos reconstruyen su historia familiar, ligada a la imprenta donde se criaron y a la que no pueden volver. A través de fotos, entrevistas, capturas de pantalla, videos, audios, proyecciones y, con la ayuda de un equipo actoral, se recrean situaciones que acontecieron en la vida de Lorena.
“Me llamó Maruja Bustamante para participar de un ciclo del Centro Cultural Rojas que se llama Proyecto Familia. Como ella me invitó a ese ciclo, entendí que tenía que hacer algo con la familia. Y ahí empezó a surgir la idea de trabajar sobre la línea paterna por el hecho que todos se dedicaron a la imprenta y la gráfica –el abuelo, el padre y su hermano Sergio- y, pensando un poco en el territorio del taller, me parecía que tenía herramientas para trabajar expresivamente. Es un lugar muy inspirador, los talleres antiguos tienen muchos elementos visuales y un componente sonoro muy poderoso”, relata sobre la génesis de este proyecto.
Diario Vivo: ¿Cómo fue el proceso de creación de “Imprenteros”?
Lorena Vega: Particularmente, yo tenía una situación familiar que me resultaba disparador para poder hablar de la imprenta. Primero, pensaba en algo muy pequeño pero después fui al taller de Biodrama que daba Vivi Tellas, donde el proyecto creció y se expandió. Después que terminé el taller, lo seguí trabajando con un equipo, principalmente con la directora teatral Damiana Poggi. Ella se sumó a trabajar conmigo en el área de dirección, me ayudó a mirar el material desde afuera, mientras yo estaba en escena. Luego, se sumaron Santiago Kuster y Fabiana Brandan que son los asistentes y productores de la obra. El día del ensayo general pude ver todos los elementos juntos y cómo funcionaban porque iba ensayando por partes.
DV: Uno de tus hermanos, Sergio, aparece en escena. A través de una entrevista en vivo, el espectador/a puede ir conociendo diversos aspectos de su oficio en la imprenta. ¿Cómo fue trabajar con él en la obra? ¿Cómo fue la experiencia de dirigirlo?
LV: Trabajar con mi hermano fue un proceso absolutamente fluido y placentero porque estaba predispuesto a hacer lo que sea y comprendía lo que había que hacer. Como él trabaja en un taller, proyectar la voz es algo que hace constantemente. En cuanto al trabajo con el cuerpo, él es deportista e hizo un curso de improvisación teatral con Osqui Guzmán. Ya tenía una mínima idea de lo que significaba jugar en escena. Invitar y entrevistar a mi hermano en vivo fue parte de la investigación, le dije: “Podés venir a una clase de Vivi Tellas para un trabajo que estoy haciendo para el taller, yo te hago unas preguntas y vos me las contestas. El tema es que estés ahí conmigo”. Esta experiencia resultó tan bien que decidí sumarlo a la función. Él la pasó bien y me di cuenta que lo que pasaba era consistente.
DV: En la obra, también participan compañeras y compañeros de la actuación con quien has trabajado en algún momento de tu carrera como Juan Pablo Garaventa con quien conformaste Grupo Sanguíneo ¿Por qué decidiste incorporarlos en la obra?
LV: Tenía que reconstruir ciertas situaciones de la historia. Ya había hecho esto con mis compañeras y compañeros en el taller de Biodrama. Y en las funciones, quise hacerlo con amigos y amigas actores y actrices. Inicialmente, la obra era un experimento que iba a tener cuatro funciones, entonces hablé con Juan Pablo Garaventa y le propuse venir a actuar en una sola función. Él me dijo: “¿Y las demás? ¿Quién las hace? Si son solo cuatro, quédate tranquila que las hago yo”. Para mí, Juan Pablo es un amigo presente, es una de las personas más divertidas que conozco. Me hace reír muchísimo. Para mí, es un hermano más. Además, actoralmente tiene una sintonía tan grande con el humor. Es la cuota que se necesita en la obra para abordar el personaje de mi papá, para que no sea solemne. Es polémico, es un personaje simpático y antipático a la vez. Tiene las dos cosas, va oscilando, y Juan Pablo logra tocar esos dos extremos sin polarizarse demasiado. Ese equilibrio es difícil de lograr y creo que él lo encuentra.
DV: “Imprenteros” estuvo durante mucho tiempo en el Centro Cultural Rojas y luego continuó una gira por varios espacios teatrales y festivales. ¿Cómo vivís la recepción que está teniendo la obra?
LV: Fue una sorpresa enorme. Con el tiempo, fui entendiendo hasta qué punto había hecho un retrato de una parte de nuestro mapa social. Entiendo que eso es lo que genera esa empatía, esa comunión, ese pacto, esa conexión. Quizás, el teatro muchas veces invoca conflictos que son un poco más de clase media. Cuando se habla de la clase obrera, se estigmatiza un poco. Creo que Imprenteros es una obra de teatro que habla de la clase obrera- trabajadora argentina, hecha por la gente de la clase obrera-trabajadora argentina. No por otra gente que habla de nosotres, sino que nosotres hablamos de nosotres. Eso me parece lo impactante.
DV: Es tu primera incursión en el biodrama. En ese sentido, ¿Cuál fue el mayor desafío al que te enfrentaste al realizar “Imprenteros”?
LV: Los formatos no me generan alguna duda o problema. Lo que se ponía en jaque es que estoy contando una historia muy personal. Dando clases o workshops, dirijo obras que por ahí son documentales o biodrámaticas. Es un tipo de material que puedo abordar pero acá se jugaba lo personal. Y eso me preocupaba. Cuando trascendió que era una obra de teatro real pero que interpela otras cosas, ahí respiré un poco. Me quedé más tranquila.
DV: ¿Por qué decidiste abordar esta historia en primera persona?
LV: Es el momento de las hijas, de las voces femeninas. Me parecía que tenía que dar testimonio de mi mirada. Eso no lo tenía que esquivar y no hubiese sabido cómo contarlo desdeotro lugar. Para mí, el relato estaba en primera persona, como si fuese la voz en off de un documental. Yo tomo distancia para poder narrar como si fuese una científica tratando de entender un fenómeno. No podía armarlo desde otro lugar, lo estaba contando yo, era mi historia. Eso era seguro.
DV: Además de tus proyectos como directora y actriz, estás participando en el Laboratorio de Periodismo Performático en conjunto con Casa Sofía y Revista Anfibia donde se da el cruce entre el periodismo y las artes ¿Cómo se da esta fusión?¿Qué podés contar de esta experiencia?
LV: Es súper interesante. Tiene que ver mucho con algo que dice Cristian Alarcón en relación a la libertad de expresión y la libertad de prensa. En estos tiempos, donde la comunicación evolucionó y tiene otros soportes y dispositivos, es poder escuchar que el periodismo se renueve y encuentre también su espacio expresivo en términos artísticos, que los tiene y los ha tenido fuertemente en su vínculo con la literatura y la fotografía, para llegar desde otra manera hacia las personas. Fueron seleccionados cuatro proyectos que el año que viene presentarán sus performances. Cristian Alarcón –director de la Revista Anfibia-, realiza la tutoría periodística y yo la escénica e intercambiamos conceptos e ideas.
DV: En pocos días, también se volverá a presentar “Yo, Encarnación Ezcurra” en el CELCIT en el marco del segundo ciclo del Festival “Mujeres a la obra”. Tras haber ganado dos veces un Premio ACE por este unipersonal ¿Qué significó este personaje en tu carrera?
LV: Fue un honor haber hecho este personaje. A raíz de haberla interpretado, pude conocer un poco más qué tipo de mujer era. No tengo dudas que fue una mujer feminista. La obra está escrita con una perspectiva de género porque aborda la cuestión de la mujer en la política, teniendo que tomar decisiones siendo muy criticada y vapuleada por el hecho de ser mujer, también toca la cuestión de la conquista de derechos para los más desposeídos. En la obra, hay una pintura de época que lamentablemente pareciera que habla de la actualidad. En ese sentido, es muy conmovedora. Habla de 1830 pero parece que se estuviese del 2019. Es un texto brillante de Cristina Escofet. La obra está dirigida por Andrés Bazzalo, un director sólido, completo y generoso. Todo eso me brindó la posibilidad de desplegar todas las herramientas expresivas que una actriz puede lucir en el escenario.
Fotos de Imprenteros: César Capasso / Sebastián Freire
“Imprenteros” se presenta todos los jueves de octubre y noviembre a las 21 en Timbre 4, México 3554.
“Yo, Encarnación Ezcurra” de Andrés Bazzalo se presenta el día domingo 17/11 a las 20 en el marco del segundo ciclo de teatro y feminismos en el CELCIT, Moreno 431.
Todo Tendría Sentido si no Existiera la Muerte de Mariano Tenconi Blanco en Teatro Metropolitan Sura, Av. Corrientes 1343. Se presenta todos los martes a las 20.