Inauguran un espacio de géneros y disidencia en la Feria del Libro

Por primera vez la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires montó un espacio de diversidad sexual que reúne la producción editorial reciente y despliega una programación que hace foco en la disidencia

Por primera vez la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires montó un espacio de diversidad sexual que reúne la producción editorial reciente y despliega una programación que hace foco en la disidencia, el cual pretende funcionar como caja de resonancia de la producción cultural y activismo político de las distintas formas de vida.

Esta iniciativa pionera tiene como objetivo mostrar al gran público lo que está ocurriendo en el terreno cultural y político de la disidencia sexual. De ahí que su nombre, “Orgullo y prejuicio” -en alusión a la novela de Jane Austen-, celebre el orgullo como gesto de liberación y denuncie al prejuicio como valoración infundada basada en estereotipos.

 

 

Con la bandera arcoirís del movimiento LGBTI, el stand ideado por la Fundación El Libro y a cargo de Mariano López Seoane (doctor en Literaturas Latinoamericanas por la New York University) congrega en un mismo lugar una librería, un pequeño auditorio abierto y exhibe una muestra fotográfica de Sebastián Freire, en el Pabellón Ocre, rodeado de stands de provincias, academias y asociaciones.

En el mapa de la feria el “Orgullo y prejuicio” está ubicado en un punto de paso desde la entrada de avenida Santa Fe, muy en sintonía con lo que apunta a generar la propuesta. En palabras de Seoane, “el objetivo fue dar visibilidad a lo que ya viene pasando dentro de nuestras comunidades para que una persona que nunca entró en contacto con estas discusiones, concepto y perspectivas pueda entrar en diálogo”.

Por eso, “en esta primera edición -cuenta el investigador, que viene trabajando en la temática de la disidencia como secretario académico del Centro de Estudios y Políticas de Género de la Universidad Nacional de Tres de Febrero- lo que buscamos fue dar espacio a la producción de un montón de gente que participa, publica y escribe pero en espacios propios”.

Es que para las universidades, la militancia o las comunidades tal vez mucho de lo que ocurre en el stand es conocido, pero no para el público masivo. “Era una articulación importante de hacer -dice sobre este nexo en un espacio de multitudes como la feria- y es una forma de reconocer el trabajo que se viene haciendo hace muchos años”. De hecho, la primera actividad del stand fue con activistas como una forma de reconocer la histórica lucha.

 

 

Seoane se refiere “para empezar al trabajo de las comunidades en la disidencia sexual en términos de exploración de sus propias formas de vida, que son formas alternativas de afecto, sexualidad, familia, etcétera. Luego hay un trabajo político de que se logre que esas formas de vida sean vivibles, que no sean reprimidas, perseguidas, que es algo que se viene haciendo con mucho éxito”.

“Y por otro lado -continúa-está todo lo que esas comunidades han hecho en términos de producción cultural artística política. Algo de eso es lo que mostramos en la programación y en la librería, donde reunimos la gran producción poética, dramática, ensayística, filosófica y académica de los últimos años, desde una perspectiva de género y disidencia sexual”.

La librería, al igual que la programación, funciona como una vidriera de algo de esa producción: hay distintos aportes (desde ficción hasta educación), editoriales y temáticas, aunque el mayor recorte de esta selección está en literatura reciente y crítica literaria con títulos de Gabriela Cabezón Cámara, Gabriela Massuh, Daniel Link, Silvia Molloy, María Moreno, Paula Jiménez España o Pablo Pérez.

Como dice Seoane, también se buscó mostrar “el trabajo que vienen haciendo editoriales no centrales, que han publicado autores lesbianas, gays, trans, en los últimos cinco años. Es cierto que también editoriales grandes publican pero en relación al volumen de títulos es una gran tarea el trabajo de algunas independientes, militante diría”. Eterna Cadencia, Mansalva, Blatt&Ríos, Alto Pogo o Adriana Hidalgo son alguna de ellas.

El acento también está en la oferta de libros para jóvenes de la mano de editoriales como V&R que ya tiene un nicho interesante con publicaciones que se meten con diversidad sexual y corporal e identidad de género o títulos como “Me enamoré de una vegetariana” de Patricia Kolesnicov, editado por Norma. También hay mucha propuesta para niños o para leer en familia, que son, según dicen, de los más buscados en el stand.

En esa selección librera la disidencia aparece de distintas formas: “Todos son textos que, de alguna manera, han estado presente en la discusiones que las comunidades han tenido en los últimos años. Hay una relación oblicua con la discusión que se plantea en los colectivos, ya sean libros escritos por académicos o activistas que tratan esta temática o porque su autor o autora es gay, lesbiana, trans, por ejemplo”.

Y como una red que se enriquece en la discusión y en el encuentro, también, ejemplifica Seoane, hay varios libros que hacen referencia en la consigna devenida movimiento de mujeres Ni una menos. “Eso muestra que los planteos del feminismo dinamizan y motorizan muchas de nuestras discusiones, es un diálogo fundamental y eso también está acá”.

Este espacio piloto, que otras ferias ya se anotaron a replicar la experiencia y que tendrá continuidad en la próxima edición local, se posicionó muy bien en ventas y participación. Hay gente que llega porque sabe de la novedad, otra por curiosidad, por querer entender mejor, “hay mucho interés”, dice Seoane, que contrapone a esos pocos aislados que olvidan que hay derechos conquistados.

“Tenemos ley de identidad, de matrimonio igualitario y muchas veces se pregunta a las comunidades de la disidencia por qué siguen reclamando. Ahora el reclamo es la necesidad de hacer la plena implementación de la Ley de Educación Sexual Integral del año 2016. Es una ley que tiene que ver con cómo se enseña la educación sexual en las escuelas y hay muchos componentes de esa ley que ayudarían a mejorar la tolerancia y el respeto de las disidencias”.

Por eso, en el stand de “Orgullo y prejuicio” además de ficción, poesía, dramaturgia, hay varios manuales o libros que abordan la educación sexual integral. “El respeto se construye educando a las nuevas generaciones y eso se hace con libros y publicaciones pero también con una ley que haga que las escuelas tengan esto en su currícula y que el Estado implemente la legislación”.

De este modo, “Orgullo y prejuicio” amplifica a gran escala lo que ocurre con las disidencias sexuales en el plano cultural y literario -qué se produce, qué debates están en boga, qué se reivindica, quiénes escriben desde una perspectiva disidente- y por ósmosis en la política porque toda sexualidad también es un hecho político.

“Son planteos -concluye Seoane- que no son sólo liberadores para nosotros o nosotras dentro de las comunidades de la disidencia, sino que son liberadores para todos porque deconstruir las formas en que se entiende tradicionalmente ser mujer o ser varón es liberador, son categorías opresivas para todos”.