La explotación pesquera es un problema a nivel mundial. Y la práctica también hace estragos en la Antártida, en donde distintas especies de animales ven cómo se reducen sus fuentes de alimentos.
“La explotación pesquera le arrebata a las especies de la Antártida, como pingüinos y ballenas, su principal fuente de alimento y pone en riesgo a la biodiversidad del lugar”, dijo Hernán Nadal director de comunicaciones de Greenpeace Andino. Nadal habla del krill, un crustáceo que alimenta a casi toda la red alimentaria en la Antártida.
La pesca del krill tiene como objetivo la venta del aceite en Omega 3, principalmente a las industrias farmacéutica, acuicultura y alimento de mascotas.
Su valor comercial está por encima de los 200 millones de dólares y en 2021 se espera que se duplique. Cinco países cuentan con buques pesqueros en el continente blanco, Chile, Noruega, China, Corea del Sur y Ucrania, específicamente en un área propuesta como santuario para proteger el ecosistema marino frente a los impactos del cambio climático y la sobrepesca.
Luego de una expedición de tres meses, un informe de Greenpeace reveló que la capacidad pesquera en el Océano Antártico está ocurriendo a 30 kilómetros alrededor de la costa, cerca de los epicentros de biodiversidad, que incluye a las colonias de pingüinos y las zonas de alimentación de ballenas. Según las pruebas recolectadas, durante cinco años se mostró un patrón de pesca cada vez más cercano a la costa.
“Encallamientos, derrames de petróleo y accidentes como incendios, amenazan la fauna y los hábitats frágiles del Océano Antártico”, agrega el informe.
Asimismo, el panorama se agravia por el factor del cambio climático. Nadal explicó que “dentro de este contexto se suma el impacto del cambio climático sobre la zona, que enfrenta a las especies, incluído el krill, a un futuro incierto ya que su supervivencia depende del hielo. En los últimos 50 años la temperatura en la Península Antártica experimentó un aumento de temperatura de aproximadamente 3°C.”
La organización ambientalista ahora reclama la creación de un santuario en este océano de más de 1,8 millones de kilómetros cuadrados, que se convertiría en el área protegida más grande del mundo.