Luego de diez días de intensas actividades, la ciudad de Buenos Aires se vio florecida por una oferta variada de obras nacionales e internacionales y permitió el acercamiento del público a directores reconocidos. En los últimos días, las producciones internacionales cerraron esta duodécima edición. Entre esas propuestas, La Desnudez es una propuesta que reflexiona sobre los vínculos amorosos y las formas de pensar al otro.
Un hombre y una mujer aparecen en escena, empiezan a luchar con elementos de madera. Inundan el espacio despojado que simula un escenario estilo caja negra, sus cuerpos se funden, luchan, intentan encontrarse y no. Los bailarines que encabezan esta lucha son Daniel Abreu y Dácil González, interpretan a una pareja signada por encuentros y desencuentros.
Este espectáculo de danza contemporánea surgió de la necesidad de ambos intérpretes de trabajar juntos, algo que ya vienen realizando desde el año 2008. “La Desnudez surgió porque me apetecía estar con Dácil en el escenario”, contó Daniel Abreu al público presente en la función.
Después de cinco meses de encuentros donde todo era puesto a prueba sin ninguna pretensión, los intérpretes estrenaron este espectáculo de danza. En ese proceso, la coreógrafa y bailarina Dácil González, su compañera de escenario, contó que esos encuentros estaban marcados por la intuición de lo que sentían en los ensayos. “Cuando Daniel me propuso trabajar juntos, fue un sueño. Me seduce mucho su lenguaje, propone pautas e ideas que se van desarrollando por capas. La intuición es la que hace que el espectáculo se forme de esa manera”, señaló.
Sin un hilo narrativo específico más que la fragilidad de los cuerpos en escena, la obra aborda los estadios de una pareja desde sus peleas hasta sus reconciliaciones. En ese viaje, construyen un lenguaje poético con imágenes fotográficas muy fuertes, característica del coreógrafo y bailarín español en sus creaciones. “No me interesa narrar nada en concreto porque creo que las obras son criaturas que se van a manifestar y que van teniendo sentido, simplemente hay estar con la mirada y los oídos muy abiertos para escuchar aquello que está pasando. Luego, supongo que todo lo que se lee y todo lo que está inmiscuido, acaba en la obra. Y La Desnudez es, pues una historia de amor. Detrás, puede que se encuentre la pregunta: ¿Qué sostiene la pareja?”, dijo Abreu.
Este montaje ganó tres premios Max, uno galardones que reconoce las producciones más destacadas de la escena española, incentiva a construir una visión personal de la obra. Puede leerse desde el enamoramiento hasta la separación conflictiva de los intérpretes pero también plantea la versión inversa. Esta bisagra es acompañada por la conmovedora música de Hugo Portas, que aparece en escena con una tuba para ambientar las escenas del encuentro amoroso. “Durante el proceso de creación de La Desnudez, vino un dramaturgo a los ensayos. Él propuso tener una banda de música en vivo, esa idea me sedujo, lo llamé a Hugo y trajo muchas propuestas musicales. Cuando lo escuché, pensé `no sé cómo demonios va a encajar esto en la ohra pero va. La presencia de Hugo Portas en la obra representa el mito, aquello que hace que dos personas cuando se llevan bien, sepan adónde van sin necesidad de hablar”, afirmó el coreógrafo que fundó Cía. Daniel Abreu en 2004 sobre la sincronía que genera la música que, según Hugo Portas, empezó “trabajando propuestas de música contemporánea y al final se terminó trabajando en el otro extremo”.
La Desnudez es también una obra que habla sobre el cuerpo. Se constituye en el punto de anclaje para hablar de la intimidad de la pareja y determina los momentos de distancia y acercamiento de esta dupla artística conformada por Abreu y González.