La escritora Claudia Piñeiro, en una intervención intensamente aplaudida por el auditorio del Teatro Libertador General San Martín, sugirió que el Congreso de la Lengua Española “debería llamarse Congreso de la Lengua Hispanoamericana“, para “propiciar la unión de ese español armado entre todos, que es riqueza en la diferencia pero también conciencia plena, en América, de que fue la lengua del conquistador“.
En una intervención casi performática, que le llevó más de los formales 10 minutos permitidos para leer, coplear y recitar, según lo requiriera la cita, Piñeiro eligió a tres mujeres para dar cuenta de la amalgama que lleva en su origen el acto de conquista y la presunción de sumisión.
Se trató de la coplera de los Valles Calchaquíes Mariana Carrizo, la cantante qom-guaraní Charo Bogarín que tradujo a lenguas originarias a autores populares emblemáticos argentinos, y María Paz Ferreyra, Miss Bolivia, quien en sus letras usa palabras del español villero y tumbero, como “a la gilada ni cabida, tomate el palo, yuta, warrior y careta”.
“La lengua española en las Américas es una lengua impuesta. Que eso haya pasado hace más de cinco siglos y que hoy podamos decir que hemos construido una cultura iberoamericana común no hace desaparecer aquel acto fundacional“, aseveró Piñeiro en lo que sonó a una respuesta directa a la imagen de América, como una sangrienta torre de Babel previa al desembarco europeo, propuesta por el Nobel Mario Vargas Llosa, ayer, en la inauguración de cónclave.
La escritora nacida en Buenos Aires en 1960 señaló que “la lengua española funcionó como amalgama. Permitió contar historias y tradiciones de quien estaba a quien vino, posibilitó recibir historias del otro lado del mar. Pero, sin embargo, en el origen, 500 años atrás, fue la lengua del conquistador y el que estaba aquí tuvo que adaptarse y en muchos casos abandonar la propia lengua para lograr esa amalgama“.
Por eso, continuó, “existen marcas de aquella fundación, una cierta resistencia ancestral sigue haciendo eco en sus usos y particularidades. El español que armamos entre todos nosotros es suma, es riqueza en la diferencia, es compartir, pero también, en América, es la conciencia plena de aquel origen“.
“De hecho, para propiciar esa unión, en el futuro, este congreso, tal vez, debería llamarse Congreso de la Lengua Hispanoamericana“, lanzó en lo que fue la consigna que arrancó los primeros aplausos de esta intensa intervención.
“La voz potente de los impotentes“. Así tituló al texto con que propuso pensar lo que significó el idioma castellano para América y lo que significa la perspectiva de género en ese idioma.
Piñeiro invitó a pensar esos procesos a partir de dos categorías de narradores anónimos, capaces de dar corporeidad plena a un relato, propuestas por el filósofo alemán Walter Benjamin. Se trata, por un lado, del que viaja y trae historias de lejos, que es el marino mercante. Por el otro, el que nunca abandona su tierra de origen, conocedor de sus historias y tradiciones, identificado como el campesino sedentario.
“Poner sobre la mesa esta cuestión cuando hablamos de la lengua que compartimos nos hará bien a todos, porque lo que no se habla produce malestar. Soy escritora y, como dijo Reinaldo Arenas, ‘los escritores estamos encaprichados en ponerle palabras al silencio’, a los silencios actuales y a los anteriores, incluso a los que vienen de 500 años atrás“, subrayó la autora de “Las viudas de los jueves” y, “Betibú”, y ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL Guadalajara por “Las grietas de Jara”.
En el 2019, remarcó, “resulta imposible no hacer un paralelismo entre una lengua que quiere imponerse sobre otras en un territorio dominado y la férrea oposición de muchos a que se modifique adoptando los cambios que introdujo la perspectiva de género“.
“De nada sirve imponer un lenguaje atravesado por la realidad”, aseveró. “La lengua está viva y siempre será con el tiempo lo que su uso determine. No sabemos si el lenguaje inclusivo será adoptado por el español, pero muchos de los que se oponen argumentan desde una supuesta superioridad, con subestimación y algo de prepotencia, casi como el conquistador que impone sus reglas en un territorio que en este siglo no es geográfico: es la mujer y los géneros no binarios“.
La copla es un arte milenario que en el norte argentino practican las mujeres casi con exclusividad. “La impotencia se hace copla“, dice Carrizo, una impotencia con la que soportó las cinco horas que estuvo en un cuarto minúsculo, en el aeropuerto de Barajas, porque no la dejaban entrar a Europa, por portación de trenzas y rasgos autóctonos, grafica Piñeiro sobre la coplera que cantó con artista como Lila Downs y Cecilia Tod.
Y cierra su alocución sobre el lenguaje, el castellano, el dominio y la sumisión, citándola: “Una copla verde canto, pañuelo de libertad, toda la fuerza en la lucha por el aborto legal. La mujer que tenga plata si aborta se salvará, la pobre que no la tenga, ningún bien la asistirá. El aborto será ley pa’ que no muera ninguna. Soy salteña, libre y dueña. Soy salteña, libre y dueña. Soy salteña, libre y dueña“.
{Con información de Télam}