Luego del largometraje “Las acacias”, una película sencilla pero muy humana que logró conquistar a jurados de festivales, a la crítica y al público, Pablo Giorgelli ahora se propone conmover con “Invisible”, el drama de una adolescente sola, la temática del aborto, decisiones difíciles de tomar.
Ely tiene 17 años, cursa el secundario y a la vez trabaja como asistente en una veterinaria. Vive con su madre depresiva en un monoblock de La Boca y un día descubre que está embarazada de una relación furtiva y ocasional, una circunstancia que la enfrenta al desamparo y la angustia.
Para lograr su propósito, Giorgelli, que trabajó el guión con María Laura Gargarella (“Motivos para no enamorarme”, “Verdades verdaderas”) convocó a un puñado de actores como la debutante Mora Arenillas, María Bestelli, Diego Cremonesi y Agustina Fernández, y al director de fotografía Diego Poleri.
Compartimos la entrevista realizada por Télam al director:
¿Cómo nació “Invisible”?
De un guión que tenía en la cabeza, en el corazón y en algunas notas de papel guardados desde 1994 para un proyecto que se titulaba “Monoblock”, cuando todavía estudiaba estudiaba en la Universidad del Cine. Ese primer esboso tenía otra forma, otros personajes y otros conflictos, una historia de una familia que vive en un barrio de monoblocks que es el mismo donde vive Ely, donde viví toda mi vida y todavía vive mi madre. Ya tenía algunas cuestiones que terminan estando en “Invisible”, pero en el medio surge “Las acacias”, con todo su camino y luego necesité tomar distancia para olvidarme.
Pero apareció de nuevo…
Cuando nuevamente me picó el bichito de expresarme con una película empecé a recuperar aquellos materiales, a conectarme, y el personaje de Ely empezó a crecer. Después apareció el de la madre y ahí es cuando diría que la película se establece, que hay algo que me interesa explorar de esa soledad de las dos mujeres que viven en en ese lugar del cual no pueden escapar, empantanadas cada una con su historia a cuestas, cada una víctima de su propia historia pero también de un sistema que las expulsa.
¿Y el tema del embarazo…?
Aparece después, en el proceso, así como la posibilidad de aborto sí o aborto no. No surge como una película del embarazo y el aborto. No me propuse eso sino una película sobre la adolescencia, como la del ’94. Que no la haya hecho entonces creo que fue mejor, porque entonces no tenía tan claro muchas cosas. Probablemente hubiese sido una película más fresca pero más imperfecta.
¿El tema es la soledad que sufre Ely?
Ese era uno de los puntos que más me interesaba de la película: el desamparo y la soledad de una adolescente. Ese es el origen y el interés real por el cual yo me engancho con hacer esta película. Por supuesto que la cuestión del embarazo y la posibilidad de su interrupción es algo que también me interesó, y que abordé con el mayor rigor y la mayor flexibilidad de la que soy capaz, pero lo que realmente me disparó el deseo de hacerla y meterme en el enorme problema que es hacer una película es tema del desamparo de esta adolescente en todos los órdenes de su vida.
El tema del aborto es un detonador…
Para mí era fundamental tratar de ampliar la mirada y a acceder a la cuestión del embarazo y el aborto, dentro de un contexto político social y económico que genera una adolescencia como la de Ely. Allí es donde entra la escuela, el trabajo, la madre, el hospital público, todo ese contexto… En la escuela le enseñan italiano pero no educación sexual… algo está fallando.
Hay un trabajo que corre por dos vías, la imagen y el sonido…
La película camina por dos andariveles, una propuesta desde lo visual que es no abandonar nunca a Ely y su punto de vista, mientras que el contexto aparece desde la dimensión sonora, como la radio y la televisión permanentemente encendidas, desde la voz de personajes sin caras, como la médica, cómo ese contexto se mete más en la vida de los que tienen pocos recursos.
Para conseguir transmitirlo necesitabas una actriz que se metiera en el personaje…
Para mí era importante que el conflicto se vea en lugar de que sea verbalizado y eso es lo que trabajé con Mora, le ves los ojos, el cuerpo, su actitud, y decís “algo le está pasando”. Eso es producto del trabajo que tuvimos con ella desde que fue elegida después de un largo casting. Mora entendió muy rápidamente el tono que le quería dar a la película y de qué modo la quería contar. A veces un actor puede entender su papel pero después tiene que lograrlo, y ella pudo hacerlo. Sabía que en el casting no me podía equivocar y por eso me tomó un año y medio.
No parece hacer intención de bajar línea…
Una decisión fuerte fue evitar la película panfletaria o militante, que señala con el dedo cómo deben ser las cosas y tratar de contarte alguna verdad. No es el caso. Me interesaba una mirada amplia, un poquito más compleja, que pudiera ser completada por el que la vea. La película tiene para mí claramente una postura respecto a muchas de las cosas que cuenta, es una película crítica respecto el sistema capitalista en el que vivimos, al contexto político y social argentino. Hay una postura pero no en cuanto al estilo de decirte cómo deben ser las cosas o de levantar el dedito y señalar. Lo que quería era enfocarme en el drama íntimo personal y tratar de mirar eso con otra sensibilidad, con otra conexión que impacte más por lo emocional que por lo racional.
¿Estás trabajando en tu próxima película?
Por ahora proyecto: la adaptación de una novela que se llama “Trasfondo”, de Patricia Ratto, una escritora de Tandil, que cuenta la expedición de un submarino argentino durante la Guerra de Malvinas, con el foco puesto en la cuestión humana, toda la película allí adentro con treinta personajes, y lo que me interesa es el encierro, la claustrofobia y la espera, y una mirada a la dictadura desde otro ángulo, porque la dictadura no solo fueron los desaparecidos, sino también la guerra.
(Con información de Télam)