Pasa todo en un teatro, hoy es en el Margarita Xirgu a las ocho de la tarde. Antes se hizo en Fábrica Perú. Es decir, mutó. Pasó de fábrica a teatro. Toda una alquimia que, en la práctica, nos sirve como imagen: un experimento performativo que ya es, ya se consagró como experiencia teatral distinta. Es una propuesta de fiesta/perfo a las siete de la tarde. Hay instrucción inicial y elongación final, sumado a una charla debate sobre lo que ocurrió. Spoiler: la charla no sirve de nada, nadie le arrima al bochín ni por asomo a lo que pasó en la fiesta y menos si se lo hace desde el lenguaje y desde sus trampas. Pero es lindo el espacio. Todos salimos de una fiesta, de cualquier fiesta, con ganas de filosofar sobre algo de lo que pasó. Entrenar la fiesta pone el training, ejercita el músculo festivo, pone en la mesa, o en el escenario, sólo lo sustancial de lo festivo, le quita todo agregado. Desde el cuerpo se vibra la fiesta. Se festivizan músculos, en lo concreto, en lo ético y en lo poético. Hoy se baila una.
Hay que pensar Entrenar la fiesta como a un dispositivo urgente. Necesitamos estar ahí. Por ahí de ahí venimos, de ese estado donde la fiesta es verdaderamente algo lúdico y las poses ya repetidas hasta el hartazgo quedan afuera, se hacen sudor marika, se hacen camisetas empapadas. Y ahí sí nos volvemos cuerpo, en lo traslúcido de una remera empapada de sudor, ahí sí se asoma el cuerpo sin accesorios, sin todo lo que no le pertenece. Y dicen que donde hay cuerpo habrá verdad. Por ahí así era el jolgorio, por ahí así se festejaría en Atenas, ¿sería así la fiesta del pensamiento, una fiesta donde el cuerpo es eje central? Por ahí los primates así de primitivos eran y por ahí sacando esa ¿histeria histriónica? la historia sería otra: menos violencia, menos abusos, menos caretas. Un sudor que puede empaparlo todo, un sudor que democratiza. La mina que grita como pantera o el pibito que entró en una más eléctrica son los mismos que te atienden en la AFIP. Son tu terapeuta. Sos vos, son tu vieja y sus reprimidas ganas de jugar a ser pantera por un rato. La festividad libre, la performance hecha fiesta, la que rompe fronteras y portones y ahí llegamos a lo que siempre supimos: la ficción está acá nomás, ahicito de cerca. En cada pose, cada mentira, cada auto percepción individual o colectiva, cada “creetela más”, cada político, cada estrella de paparazzi. La ficción al alcance, la representación que hacemos de nuestros ritos y de nuestras celebraciones, los status que les imprimimos. Todo ficción, entrecruzada con verdad, entrecruzada con cuerpos.
Por ahí todos juntos saltando a los gritos son la furia social en Chile. Yo tenía una profesora de filosofía en el secundario que siempre repetía: “el hombre en masa no razona, acciona”. Y ella lo decía queriendo descalificar a la masa. Pero estando ahí la masa califica. La masa mueve algo de otro orden, mucho más invisible y la vez mucho más carnal, más primitivo, más puro y más humano.
¿Es novedad la mala educación? ¿Descubro la pólvora si digo que estamos mal educados anímica, espiritual, alimenticia, sentimental y corporal mente? Qué curioso el lenguaje y qué simpático el sufijo mente, colándose por todos lados, acoplándose a palabritas más cortas, más efectivas: ánimo, espíritu, alimento, sentimiento, cuerpo. Por ahí va la onda de entrenar la fiesta. Mueve cosas de otro orden. Que quizás sí estén en juego a la hora de salir a una fiesta convencional, pero el corset social las aprisiona, las silencia. Si sacamos la barra para que el machito apoye el codo y cuente el ganado, si prohibimos esa falsa elegancia sport, la camisita legacy, la pollerita corta, las medias y los tacos; ¿qué queda cuando abolís los dispositivos de casería que pregnan e imperan las fiestas en particular y las esferas sociales en general? Acá la verdadera intención sale y no es oscura, es lúdica, es sonsa, es infantil. Todxs revolcadxs como si hacer eso fuera lo único que valiese la pena. La música electrónica suena fuerte y en el techo hay ángeles. Sí, ángeles pintados porque todo pasa en el Margarita Xirgu con sus nubes, su cosa pictórica, monumental. ¿Hay un futuro otro y es así de posible, así de carnal, así de rabioso, así de ilógico y así de coherente también?
Un tipo en el baño del teatro, un sesentón. No está en la fiesta, está comiendo al lado. Pero habrá escuchado los gritos, olió la euforia, la música, habrá visto a alguna salir con la remera recién puesta, así de mal, así de desprolija, como un nene en un pelotero, un capricho que concederle al teatro institucional y al aquel afuera que te exige todo el tiempo ropa y te exige, y te exige. Algo habrá pispeado el tipo que pregunta: “¿che muchacho y esto qué es? ¿Están de joda?” Contestar: ”es una fiesta performativa deconstruida que busca no replicar ningún dispositivo de casería heteronormado de los que te constituyen y me constituyen en cuanto no haga un esfuerzo por deconstruirme” es un montón así que llego hasta “ fiesta performativa” y debe ser también un montón porque el tipo me mira raro. “¿Se desnudan?”. El que quiere puede hacerlo, no es el eje, ni nadie te empuja a hacerlo. Hace calor nomás, somos muchos. “Ah y las chicas también se desnudan? Jaja ahí aprovechas.” No, justamente de eso se trata, de no aprovecharse de nada. “Ahhhhh claro” Dice él todo pícaro, todo hijo de la picaresca de Porcel, intentando buscar esa complicidad macho a machito, tío y sobrino. No tiene la culpa de replicar algo que toda la vida fue decadente. Sí tiene todas las ganas de entrar. Se le nota en lo lascivo de la pregunta, en el imaginarse a las chicas desnudas, en venir a hablarme sin conocerme. Pero no va a entrar. Voy a ponerle signos de pregunta a las afirmaciones siguientes, muy propias, de mucha convicción personal, pero no por eso verdades colectivas: ¿Para entrar hay que asumir el deseo propio y respetarlo? ¿Será tenerlo reprimido un primer gesto violento con uno y ahí se hace violencia para el otro? ¿En entrenar la fiesta habrá otro tipo de violencias? ¿Violencias que no son violencias, serán agresividad? ¿Una agresión no negativa ni dañina para con el otro, sino una fuerza primitiva de un movimiento desenfrenado, eufórico, irreverente? Es la agresividad exultante de habitar un espacio donde sacar, sacarlo todo.
Entrenar la fiesta es un concepto de ORGIE – Organización Grupal de Investigaciones Escénicas– que busca pensar y accionar sobre la subjetividad contemporánea. En 2017 estrenaron Diarios del Odio, una propuesta que se basaba en comentarios de los diarios La Nación y Clarín durante el conflicto del gobierno con el campo, en el 2008. De esas textualidades Roberto Jacoby y Syd Krochmalny crearon el poemario homónimo, que Silvio Lang dirigió en escena. Fue declarada de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Sobre Entrenar la Fiesta, la organización dice: “Investigamos procedimientos de movimiento; creamos capacidades que rehagan nuestros cuerpos; cruzamos umbrales de intensidades; concatenamos fuerzas que actúan sobre y entre los cuerpos; reinventamos la trama de la danza colectiva, discutimos con la política oficial del goce que nos dice dónde estamos habilitados a bailar y dónde no. La fiesta es, también, una lucha política. El baile, una forma de disidencia. No podemos conceder a los políticos del orden que definan cómo gozan y desean nuestros cuerpos. Como decía nuestra traviarca, Lohana Berkins: “No queremos que el Estado legisle sobre nuestros deseos”
Crédito imágenes: Nicolás Dodi
La fiesta: hoy 20 horas en Teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875, San Telmo, CABA. Ir con ropa cómoda y aguas para hidratarse. La fiesta se repite ocasionalmente, con aviso previo en redes sociales o sitio oficial de ORGIE.
Fioroni es el autor de esta crónica. Practica los resabios de aquel periodismo gonzo: le escapa a la tercera persona y a su falsa modestia, es catador de fiestas y recorre experiencias viajeras y de auto ficción para hacerlas narración. Ig: @fioroniland