El cine argentino, invitado especial de la Mostra, sorprende este domingo en Venecia con la nueva película del premiado Pablo Trapero, “La Quietud”, su primer relato erótico para revelar verdades incómodas de la época de la dictadura.
Trapero, generosamente aplaudido en el pase a la prensa, regresa a Venecia para mostrar fuera de concurso la otra cara de una familia rica y matriarcal, pero tan violenta como la presentada hace tres años en Venecia con “El Clan”, filme premiado con el León de Plata.
“Como cualquier retrato de familia, está siempre atravesado por el pasado y el pasado en este filme está atravesado por historias muy dolorosas, no sólo personales sino también de las que vivimos en Argentina hace muchos años”, explicó el realizador en un encuentro con la prensa al referirse precisamente a los años de la dictadura militar.
La Argentina rica, la de los terratenientes, con sus llanuras y caballos, está representada por la hacienda La Quietud y la relación entre dos hermosas jóvenes interpretadas por Berenice Bejo y Martina Gusman. Como si fuera un estudio sobre las clases sociales de su país, comenzando por Casa rodante (2004), la historia de una familia pobre de viaje, Trapero se sumerge en la vida cómoda de una familia de clase alta, para ir revelando sus mentiras y sus secretos.
“Es difícil hablar del presente sin hablar del pasado. La Quietud es la reconstrucción del pasado en tiempo presente”, explica Trapero, que se sirve de hermosas escenas eróticas, de sexo y masturbación, para contar el lado más oscuro, lo escondido, lo que nadie quiere saber de la propia historia y de la de su país.
El universo de las mujeres es uno de los temas más abordados en las películas presentadas en el certamen veneciano, pese a las críticas y protestas por la selección de una sola mujer directora entre los 21 de la competición oficial. “Ha sido un desafío adicional para mí contar ese universo como director varón”, reconoció Trapero.
Para Bejo además se trató de un reto y de “realizar un sueño”, según confesó a la prensa, porque siendo hija de argentinos exiliados en Francia quería desde hace mucho trabajar en su país de nacimiento. “Actuar en español no fue fácil, fue muy emocionante”, reconoció la actriz quien con tono casi conmovido confesó que fue “una experiencia personal increíble”, y que en ocasiones estuvo al bordo de una crisis.
Como buen latinoamericano, Trapero acompaña y hasta explica los momentos claves de ese recorrido con una banda de sonido con baladas y boleros: Le rempart, cantado por Vanesa Paradis, Aretha Franklin, y un recurrente: Amor completo de Mon Laferte.