La Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte es un área protegida dentro del ámbito de la Ciudad, de valor educativo y científico. Son 18 hectáreas en donde confluyen un humedal, una selva ribereña y pastizales, en donde conviven flora y fauna nativa, pero por una falta de entendimiento entre el gobierno porteño y la Universidad de Buenos Aires, ese espacio podría reducirse de manera importante y la biodiversidad correr un peligro serio.
Ubicada a metros de los pabellones de Ciudad Universitaria, la reserva urbana fue creada en 2012 por la ley N°4467, sancionada por la Legislatura porteña. Sin embargo, desde hace ocho años esa normativa no se cumple. “La reserva está en un estado que llamamos una reserva de papel, porque hay un documento, en este caso una ley, que la declara como área protegida, pero que no tiene ningún tipo de implementación. No hay ni un cuerpo de guardafauna, no hay señalética, no hay senderos claros ni seguridad, no hay nada”, dice a Diario Vivo Juan José Bonanno, coordinador de los clubes de observadores de aves de la organización Aves Argentinas.
La ley que creó la reserva establece que la administración porteña y la Universidad de Buenos Aires (UBA) deben firmar un convenio para, en conjunto, encargarse de la conservación y cuidados que necesita la reserva. Sin embargo, la demora en este acuerdo ya lleva ocho años.
El paisaje original ribereño de nuestra región se encuentra en esta reserva urbana. Bosques húmedos, pastizales pampeanos y muestras de espinal, que se suman a seis hectáreas de ambiente acuático típico rioplatense forman parte del espacio. Asimismo, la reserva funciona como un “nodo de biodiversidad”: allí la fauna y la flora hayan refugio durante sus movimientos migratorios o de dispersión de semillas, y son claves para la continuidad de los ambientes.
La situación de abandono, explican desde Aves Argentinas, se agrava por las propias características del lugar: al tratarse de un terreno ganado al río y no ser un ecosistema natural con una dinámica propia y extendida en el tiempo, tiende a desequilibrarse.
El fenómeno, indica Bonanno, está dado por “dos situaciones críticas”. “La primera es la invasión de especies vegetales exóticas, que compiten con los recursos con la flora nativa, y generan un ambiente que no es amigable con la fauna nativa, con las aves particularmente que son los animales que más se pueden ver en la reserva. Entonces muchas aves eligen ir a otros lugares mejor conservados y se pierde biodiversidad en este lugar”, dice el integrante de Aves Argentinas. La otra amenaza tiene que ver con el humedal que, según cuenta el especialista, es “la joya de la Reserva Costanera Norte”. “Responde a las mareas o al ritmo que tiene el Río de la Plata, que entra como por una lengua de agua y forma un espacio permanente donde hay peces y un ecosistema acuático complejo y completo. Pero el río ingresa y trae también sedimentos y semillas de planta que se afincan ahí. Eso es un fenómeno que se conoce como colmatación, y en unas temporadas ese humedal desaparecería y se convertiría en un pastizal, lo cual modificará nuevamente el ambiente y también generará que haya una biodiversidad de especies mucho menor”, agrega.
A la falta de protección oficial de la reserva se suman los hábitos y conductas de muchas personas que circulan por allí y que tiran basura, pescan en lugares que no están habilitados para esa práctica o incluso cazan aves o agreden a los coipos, animales roedores parecidos a las nutrias y con una presencia importante en el lugar.
“Al no haber una autoridad de gestión lo que falta es que se haga un control, una vigilancia, que haya un plan de de gestión y de educación”, explica a Diario Vivo Andrea Michelson, coordinadora del programa de áreas protegidas de la Fundación Vida Silvestre. Michelson suma a los problemas de la reserva los incendios accidentales o provocados, y los usos inapropiados del lugar. “Nos preocupa porque cada vez más hay más actividades que son incompatibles con una reserva ecológica. Hace muy poquito hubo una fiesta, que si bien se organizó del lado de la universidad, la gente entró a la reserva y se llenó de basura”, cuenta.
Desde el gobierno porteño aseguraron a Diario Vivo que las negociaciones con la UBA “no están estancadas” y que la demora en la firma del convenio se debe a la división de responsabilidades que parte cada tendrá tendrá en la conservación de la reserva. Ante la consulta acerca de cuándo se llegaría a un acuerdo, no pudieron dar precisiones. En la UBA, en tanto, no brindaron información al respecto.
Mientras tanto, la lista de amenazas podría empeorar, relata Michelson, con la llegada del proyecto del Distrito Joven, con el que se instalarán locales gastronómicos, amarraderos para deportes acuáticos y gimnasios al aire libre. Por el plan oficial se desafectará una porción de seis hectáreas de la reserva, que dejarán de estar categorizadas para la conservación de su naturaleza y que serán destinadas al uso recreativo. “Si habilitás un uso tan intensivo cerca de la reserva se generan impactos ambientales que son fuertes en los entornos. Se daría una serie de impactos visuales, sonoros, de contaminación del suelo, del agua y de remoción de la vegetación. Todas estas actividades recreativas además implican una mayor producción y depósito de basura”, asegura la especialista de Fundación Vida Silvestre.
Actualmente, el lugar es visitado por estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas para realizar trabajos de estudio y por observadores de aves. “Cada vez quedan menos parches naturales y es importante que queden porciones de espacio verdes, pero además con un propósito de educación”, afirma Michelson. De perderse, los habitantes de la Ciudad tendrán un sitio menos para acercarse a la naturaleza.
Por Nicolás de la Barrera