A mediados de 2015, Si Spencer publicó la miniserie de ocho capítulos Bodies, bajo la licencia de Vértigo (un sello de DC Comics). Ambientada en Londres, la historia sigue a cuatro detectives en épocas distintas que encuentran un cadáver completamente desnudo. En el año más cercano al presente está Shahara Hasan, mientras que en el pasado los protagonistas son Edmond Hillinghead (fines del siglo XIX) y Karl Whiteman (años 40). Por último, en el futuro de 2050 aparece Iris Maplewood como uno de los rostros de una nueva sociedad distópica que nació como resultado de un evento catastrófico.
Bajo el nombre de Cadáveres, la plataforma Netflix anunció por todo lo alto el proyecto de su adaptación televisiva con Paul Tomalin como showrunner y guionista junto a Danusia Samal, también a cargo del guion, y la dirección de Marco Kreuzpaintner y Haolu Wang. El elenco se conformó principalmente por Shira Haas (Poco ortodoxa) como Iris Maplewood, Amaka Okafor como Shahara Hasan, Jacob Fortune-Lloyd (Gambito de dama) como Charlie Whiteman y Kyle Soller como Alfred Hillinghead. La producción limitada está compuesta por ocho episodios que compactan la trama en su totalidad… aunque con un final abierto a más de una interrogante.
“Cuatro detectives. Cuatro líneas de tiempo. Una víctima”, así se resume la descripción de este título que ya lleva dos semanas entre lo más visto del Top 10 global de la “N” roja. Desde su introducción, esta propuesta televisiva se advierte como un relato de vena policial y detectivesca que, poco a poco, se irá mezclando con el género de ciencia ficción (sin ánimo de adelantar demasiado). En los años 1890, 1941, 2023 y 2053, respectivamente, estos oficiales encuentran un mismo cuerpo en Londres. En principio, cada uno investiga el presunto asesinato de forma aislada hasta que los indicios apuntan a que se trataría de un extraño suceso que se repitió más de una vez en la línea temporal.
Dichas décadas parecen estar relacionadas y cualquiera que tenga cierta experiencia con este tipo de historias pensaría inicialmente en un portal que conecta a todos, tal como la alemana Dark. Sin embargo, la miniserie prefiere no recaer tanto en el escenario, sino en el suceso de acciones y la presencia de una figura clave: Elias Mannix (Stephen Graham), un político muy poderoso en el futuro que esconde algo mucho más siniestro en su historial. ¿Quién es en verdad este personaje? Esa es la pregunta que mantiene la intriga a lo largo de los capítulos y el centro de la investigación que busca revelar una gran conspiración que se mantuvo oculta por 150 años.
El recurso desgastado del viaje en el tiempo
La premisa de Cadáveres inicia bien: un misterio a todas luces que parece bastante difícil de resolver, ya que sus investigadores están separados por décadas. Ninguno de ellos tiene conexión entre sí y eso hace aún más intrincado el hecho de que puedan llegar rápido a esa primera hipótesis —no es la primera vez que sucede—, sin embargo, es el último tramo futurista de este espacio temporal que en vez de aportar complejidad, agrega extrema sencillez al desinflar todas las cuestiones enigmáticas con un exceso de explicaciones científicas.
No hay que ser un genio para imaginar qué es lo que viene después a partir del tercer episodio: viajes en el tiempo. Quizá el mayor error de la ficción es intentar depender de esta dinámica que ya ha caracterizado a cientos de producciones del cine y la televisión. Es un recurso que, si es bien empleado, no denota desgaste; pero que si se inserta con tanta simpleza puede agotar muy rápido y llegar a ser convencional. Pese a ello, uno de los puntos más interesantes dentro de este elemento específico es cómo se produce el fenómeno que destina a esos cadáveres en cuatro años distintos, la revelación más importante de la serie además del misterio de Mannix.
Sumado a ello, hay una inconsistencia histórica bastante grave y tiene que ver con las huellas dactilares tomadas por el detective Alfred Hillinghead en 1890. Esta impresión visible no fue puesta en práctica apenas hasta el año siguiente por el argentino-croata Juan Vucetich, por lo cual se celebra el Día Mundial de la Criminalística tras hacer la prueba con 23 procesados. Podríamos tomarlo como una licencia de la ficción que no estudió tanto las condiciones reales del siglo XIX tanto como del periodo del nazismo, que está muy bien planteado desde los ojos de Charlie Whiteman, un oficial judío que extraña sus orígenes y ha sucumbido a la corrupción.
Whiteman es el personaje que más matiza el relato, incluso más que Hillinghead y su aventura homosexual. Es un policía en el año 1941, época marcada por la Segunda Guerra Mundial, y es un fiel reflejo de la decadencia del mundo en ese entonces. De los cuatro detectives, es el único que no sigue las reglas y solo actúa en su favor, tomando indicaciones de una misteriosa voz al teléfono a cambio de dinero. Y, dentro de la corruptela, se convierte en una especie de mártir que quiere acabar con las fuerzas del mal sin saber del todo qué sucede en los otros tiempos. No le interesa demasiado, porque su objetivo es más una venganza personal y ese detalle lo hace más especial que el resto de agentes intachables.
Los ocho episodios de Cadáveres se lanzaron el pasado 19 de octubre y, a la fecha, es la serie en habla inglesa más vista de Netflix con 7,7 millones de visualizaciones.