En medio de una feroz crisis política y económica, Líbano recuerda hoy el primer año desde la gigantesca explosión que devastó el puerto de Beirut, su capital, con una mezcla de dolor por la pérdida de vidas y la indignación popular ante la impunidad que rodea a este hecho, su peor desastre en tiempos de paz.
La tarde del 4 de agosto de 2020, el estallido de toneladas de nitrato de amonio utilizado para fertilizantes y explosivos causó 214 muertos y dejó heridas a unas 7.000 personas, además de desplazar de sus hogares a 300.000 beirutíes y provocar daños estimados en hasta 6.000 millones de dólares.
Al menos 214 personas murieron en la tragedia, una de las mayores explosiones no nucleares de la historia, que destruyó barrios enteros de la capital libanesa.
Familiares de las víctimas y sobrevivientes organizaron vigilias, oraciones, ceremonias y marchas para honrar a quienes murieron en la explosión, cuyas ondas expansivas se sintieron hasta en Chipre.
El papa Francisco instó el mundo entero a prestar apoyo al país de Medio Oriente, cuya crisis no le permitió superar las consecuencias de la explosión.
“Un año después de la terrible explosión acaecida en el puerto de Beirut, capital del Líbano, que causó muerte y destrucción, mi pensamiento se dirige a ese querido país, especialmente a las víctimas, a sus familias, los numerosos heridos y los que han perdido la casa y el trabajo”, dijo el pontífice en la audiencia general de este miércoles, citado por el portal ruso de noticias Sputnik.
En estas condiciones difíciles Francisco pidió a la comunidad internacional que “ayude al Líbano a emprender un camino de la resurrección con gestos concretos, no sólo con palabras”.
La fecha de la tragedia fue instituida “día de duelo nacional”, pero el dolor se ha ido convirtiendo en enojo ante la impunidad por los hechos. “Se acabaron las manifestaciones rutinarias y pacíficas, cuidado con nuestra ira”, advirtió Ibrahim Hoteit, un portavoz de las familias. Este miércoles, una de estas protestas está programada para llegar a la sede del Parlamento.
Amnistía Internacional acusó a las autoridades libanesas de una “vergonzosa” obstrucción de la justicia y Human Rights Watch las señaló de “negligencia criminal”.
“Las pruebas recabadas muestran de forma manifiesta que se debió a acciones y omisiones de altos cargos libaneses que no informaron del peligro que suponía el nitrato de amonio (..) no supieron proteger a los ciudadanos”, recapitula Lama Fakih, directora de crisis y conflictos de Human Rights Watch, en un informe presentado el martes en teleconferencia desde Beirut.
Informes de inteligencia libaneses y extranjeros, citados por la agencia de noticias AFP, revelan que cientos de toneladas de nitrato de amonio fueron almacenados en las mismas bodegas que toneladas de fuegos artificiales y cuerdas de mecha, entre otros materiales peligrosos. Estos documentos sugieren que el fuego comenzó a raíz de unas obras de soldadura en el sitio.
Sin embargo, no se realizaron hasta ahora investigaciones en profundidad para verificar esas versiones y aclarar cómo llegaron esos materiales a los almacenes y por qué permanecieron en el lugar durante años.
Legisladores libaneses, por otra parte, no se ponen de acuerdo sobre la formación de un Gobierno, lo que ha provocado una situación de vacío de poder.
Francia, ex potencia colonial en Líbano y fuente de ayuda para el país, urgió tener un Gobierno instalado para mediados de septiembre. Pese a la falta de acuerdo sobre el Gobierno, París buscará recaudar 350 millones de dólares en ayuda humanitaria de emergencia para Líbano en una reunión de donantes apoyada por la ONU este miércoles.
El caos en Líbano comenzó antes de la explosión, con un país en bancarrota que bloqueó los ahorros de la población en los bancos mientras la moneda local se hundió en el mercado negro.
El país sufre escasez de medicamentos, combustible y agua potable, unas dificultades que agravan el trauma nacional por la explosión y golpean a su sector de salud, sacudido por una nueva ola de contagios de Covid-19.