El ex presidente salió del edificio para dirigirse al aeropuerto de Conghonas, rodeado de militantes del partido de los trabajadores.
El ex mandatario, junto a su abogado, estaba en un auto que se disponía a abandonar el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, su cuna política en las afueras de San Pablo, pero enfrentó una masa humana que no le permitió moverse, por lo que salió del vehículo y se dirigió nuevamente al interior del edificio.
La multitud, que desde el jueves pasado rodeó el edificio, se ha ido reduciendo desde que Lula anunciara esta mañana en un encendido discurso que se entregará para comenzar a cumplir la pena de 12 años y un mes de cárcel que le impuso la Justicia por corrupción, pero aún permanecían en los alrededores varios cientos de personas, según mostraron cadenas de televisión locales.
Decenas de ellas se agolparon a las puertas del estacionamiento del sindicato y, en medio de muchos empujones con los responsables de la seguridad de Lula, impidieron la salida del coche.
En Curitiba, un nutrido operativo policial espera la llegada de Lula, donde simpatizantes y detractores del ex presidente han protagonizado escenas de tensión e incidentes entre detractores y partidarios del político nacido hace 72 años en Pernambuco, en el nordeste de Brasil.
La presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, convocó hoy a toda la militancia de izquierdas a “ocupar” Curitiba -también Brasilia- hasta que el ex presidente brasileño sea liberado.
En la noche del jueves, un detractor de Lula resultó herido en Curitiba y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente cuando fue golpeado por un simpatizante y lanzado contra un camión que lo atropelló.
El auto de prisión contra Lula fue dictado el pasado jueves por el juez federal Sérgio Moro, responsable por su caso y quien le dio plazo para la entrega hasta la tarde de ayer.
Lula ignoró ese plazo y hoy, tras un acto junto a dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales, anunció su decisión de entregarse.
“Voy a cumplir el mandato”, sostuvo Lula en San Paulo, en referencia a la orden del magistrado del caso “Lava Jato”, mientras miles lo ovacionaban en los alrededores de la sede del Sindicato de los Metalúrgicos, su cuna política desde sus tiempos de joven líder sindical.
“No les tengo miedo, voy a demostrar que soy inocente”, proclamó en el que probablemente haya sido su último acto político antes de ser llevado a la cárcel en la ciudad sureña de Curitiba.
Medios brasileños informaron que sus abogados negociaron su entrega a la Policía para hoy, para después de que se celebrara una misa en memoria de su fallecida esposa, Marisa Letícia, que habría cumplido hoy 68 años.
“No los perdono por haberle dicho a la sociedad que soy un ladrón”, dijo el ex líder sindical ante la consistente masa de seguidores apostados en la periferia de San Paulo.