Establecer dónde termina la libertad de expresión, cuándo debe ponerse un freno a los discursos por dar lugar a mensajes de odio y qué hacer ante estas situaciones está dando lugar a un intento debate entre intelectuales de Estados Unidos. Sucede que, en medio de esta discusión, algunos pensadores ven un lento deslizamiento hacia posturas extremas incluso dentro del progresismo que terminan provocando una obturación en los disensos.
Ahora, intelectuales como Noam Chomsky, Gloria Steinem, Ian Buruma, Margaret Atwood, Mark Lilla y Martin Amis, entre otros, firmaron una carta pública en la que alertan sobre esta situación, llamada “cultura de la cancelación”.
“Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas”, expresaron los firmantes del documento, publicado ayer en la revista Harper’s, bajo el título “Una carta sobre la justicia y el debate abierto”.
“Las fuerzas del liberalismo están ganando terreno en el mundo y tienen a un poderoso aliado en Donald Trump, quien representa una verdadera amenaza a la democracia, pero no se puede permitir que la resistencia imponga su propio estilo de dogma y coerción”, sostienen en el texto más de 150 escritores, académicos, intelectuales, artistas y hasta el ajedrecista Garry Kasparov.
Los autores resaltaron que fenómenos como las protestas en reclamo de justicia social y anti racistas son necesarias, aunque advirtieron que también emerge “un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y de tolerancia de las diferencias en favor de una conformidad ideológica”.
“El libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de la derecha radical, pero la actitud censora está expandiéndose en nuestra cultura”, indican, entre otros, escritores como John Banville, Jeffrey Eugenides, J. K. Rowling y Salman Rushdie.
“Los responsables de instituciones, en una actitud de pánico y control de riesgos, están aplicando castigos raudos y desproporcionados en lugar de aplicar reformas pensadas. Hay editores despedidos por publicar piezas controvertidas; libros retirados por supuesta poca autenticidad; periodistas vetados para escribir sobre ciertos asuntos; profesores investigados por citar determinados trabajos”, agregan los firmantes de la carta. “La restricción del debate, la lleva a cabo un Gobierno represivo o una sociedad intolerante, perjudica a aquellos sin poder y merma la capacidad para la participación democrática de todos”, sostienen.
“La manera de derrotar malas ideas es la exposición, el argumento y la persuasión, no tratar de silenciarlas o desear expulsarlas. Como escritores necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la asunción de riesgos e incluso los errores. Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas”, concluyeron.