En su casa de Pinamar Mauricio Kartun pasa los días de cuarentena. Allí se refugia el dramaturgo y director en estos tiempos de confinamiento.
Pero si para muchas personas estos son momentos de ansiedad por el encierro, a Kartun la recomendación de quedarse adentro no es algo que lo afecte en particular. “En realidad yo soy bastante caserito, a mi la reclusión no me angustia demasiado, mientras tenga una hora para caminar en algún lado, y si pueden ser dos horas mejor, yo estoy bien”, dice, en una comunicación telefónica con Diario Vivo.
La inquietud, cuenta, la siente por sus seres queridos y por quienes hoy están más vulnerables a la crisis sanitaria. “Naturalmente estoy angustiado por la situación misma, más te diría por los que me rodean que por mi. Los elencos con los que estaba y que de alguna manera dependían económicamente de esta temporada ninguno de los dos está trabajando. No tenemos en vista tampoco una fecha cierta de regreso. Y por otro lado, tengo una preocupación más general todavía que es la de ver que efectivamente hay zonas más desprotegidas, las zonas sociales de siempre, los barrios populares, las villas, y la sensación de que las cosas pueden disimularse, pero cuando llegan las crisis las realidades sociales son indisimulables. Cuando vienen estos momentos uno ve que la realidad es profundamente injusta y que necesita de un cambio”, dice Kartun, en una pausa de una tarea que, es de suponerse, le requiere unas buenas dosis de calma y concentración.
Sucede que, todos los días, Kartun se dedica a leer los textos enviados para participar del concurso organizado por las Salas Caras y Caretas. Monólogos de la peste se llamará el ciclo de micromonólogos de tres minutos, con obras breves que ahora están siendo seleccionadas por el director y el departamento artístico de Caras y Caretas
La idea, dice Kartun, surgió cuando todo se paralizó ante la llegada del virus. “Cuando llegó esta situación todos estábamos en la misma incertidumbre y peloteando telefónicamente, buscando qué se puede hacer, cuál era el margen que hay para seguir creando y sostener, de alguna manera, la actividad de la sala, que la idea es que no se vuelva un mausoleo. Entonces les propuse este evento, que es un concurso de micromonólogos de tres minutos, de los que se seleccionarán diez. Esos diez autores serán premiados, hay una cifra de dinero cinco mil pesos para cada uno de los ganadores, pero el verdadero premio es que esto se va montar, primero de manera virtual con la idea de que cuando vuelvan las condiciones se pueda hacer una versión en vivo”, explica.
La convocatoria, dice, dio resultados inesperados, que ahora lo tienen bien ocupado. “La iniciativa prendió de una manera sorprendente. Se presentaron más de dos mil monólogos y yo soy quien debe hacer la primera selección, por lo tanto me lo tomo con enorme paciencia. Todos los días entro al sitio web donde están, porque la entrega fue virtual y leo. Te leo entre 40 y 100 monólogos y la idea es que a fin de junio tengamos hecha la selección. Han venido de todos los países latinoamericanos y de España, y estamos felices justamente porque el evento es haber puesto a escribir tanta gente”.
-¿El monólogo es un género que se amolda bien a las circunstancias actuales?
-De alguna manera en términos de representación es el ideal, porque no hay contacto físico porque no hay otro. Entonces de hecho algunas salas comerciales que están empezando a especular con el regreso en septiembre ya buscan también materiales o monólogos o materiales de muy pocos personajes donde no haya contacto físico. Porque sino estaríamos de nuevos dentro del campo de las restricciones. Y por otro lado monólogos de tres minutos es una carilla, es muy estimulante para cualquiera incluso que no haya escrito nunca un monólogo, que tenga los conocimientos básicos de la narrativa o cierto manejo del humor, o cierta creatividad y lo que nos dimos cuenta es que mucha gente se puso a jugar con ello. Nunca habían escrito y escribieron uno y lo mandaron casi con una especie de espíritu deportivo, de participar en esto.
-¿Qué van a buscar con los textos seleccionados? ¿Qué quieren decir?
-En principio no hay una restricción, la temática es la cuarentena, la situación que estamos viviendo, pero lo que estimulamos es que se haga desde el mayor humor posible, y desde la mayor libertad estilística. Hay de todos los géneros y de todas las formas habidas y por haber. Hay monólogos muy teatrales, hay dramáticos y post dramáticos y por supuesto hay también monólogos de stand up. Es una gama enorme. Lo que buscamos es la calidad y posibilidad de presentación, porque esto se va a hacer con actores cercanos a la sala Caras y Caretas 2037, que están vinculados porque son parte de los que trabajamos allí.
-Estos monólogos van a ser registrados en formato audiovisual. ¿Cómo le cae esta especie de género surgido del cruce del teatro con lo audiovisual?
-Nosotros sabemos que cuando uno escribe para un espacio, el registro audiovisual no deja de ser otra cosa que un testimonio de una ausencia, eso no está allí. De alguna manera lo que se hace se registra, pero todo remite justamente a que eso no esta en vivo. De alguna manera nos consuela saber que al menos ponemos en actividad a tanta gente y nos resignamos a que al principio aparezca en esa visión audiovisual soñando de que en algún momento lo veremos en el espacio.
-Se habla de que estamos entrando en una nueva normalidad, ¿ve cambios que se vayan a extender más allá de la pandemia en el teatro a partir de lo que está pasando?
-Creo que inevitablemente va a haber una merma grande al principio. Más allá de que se liberen las restricciones, de que desaparezcan, va a quedar la prudencia de los grupos de riesgo, eso es natural. Alguien que está en un grupo de riesgo se va a cuidar y va a evitar las actividades públicas, las masivas, eso en principio va a crear una merma. Pero más allá de los grupos de riesgo hay que salir de ciertas fobias, y de cierta paranoia que crea esto. El miedo y la sensación de estar perseguido por el virus… eso cuando te pasaste tres meses entrando de tu casa y tirándote un “chuflo” de alcohol como hago yo en la suela de los zapatos… es difícil que dos días después te vayas a meter con 300 personas más en una salita. Entonces va a ser un regreso lento. Va a ser muy gradual. La idea naturalmente es que cuando la situación esté resuelta darle tiempo para volver a la vieja normalidad.
-¿Recuerda alguna situación en la que haya trabajado en algún contexto tan extraño como el que estamos atravesando?
-La verdad es que no. Tengo 73 años, he trabajado en situaciones dramáticas, golpes militares, la guerra de Malvinas, recuerdo situaciones que me han marcado justamente porque eran el estallido de la normalidad. Pero mi trabajo nunca fue afectado, no hubo algo que yo sintiera durante tanto tiempo que tenía que modificar mi forma de vida. Esto es toda una experiencia.
-Esta situación seguramente se refleje en más de una expresión artística.
-Si, pero pienso que hoy estamos monotemáticos, te metés en una red social y el 70 por ciento de los comentarios tienen que ver con la situación. Es inevitable por lo tanto que este monotema vaya a parar también a cierta forma de producción, sea cual fuere, pero pienso que en el momento en que la situación comience a normalizarse lo que va a aparecer es una energía compensadora. Olvidarse, bajarle a ese imaginario, aceptarlo como anacrónico y de alguna manera poder volver a vivir sin el temor, sin tener que saltar de un canal a otro buscando información de contagiados, muertos y recuperados. Creo que lo que va haber es un sano ejercicio de negación.