Los estadounidenses de Queens Of The Stone Age (QOTSA) volvieron a tocar anoche en Vélez en un show compartido con Foo Fighters y en el que hicieron gala de ser una de las bandas más interesantes del rock duro alternativo.
Hace 17 años, en enero de 2001, los liderados por el ex Kyuss Joshua Homme debutaron en Buenos Aires en un vertiginoso show en Cemento y como parte del Monster of Rock actuaron junto a Iron Maiden y Rob Haldfrod en el estadio del barrio de Liniers, cuando no la pasaron para nada bien con los “fucking heavys”, como el cantante y compositor del grupo gritaba en ese entonces.
Acompañado por el también ex Kyuss Nick Oliveri en bajo y Gene Trautman en batería, los QOTSA recibieron escupitajos, piedrazos y hasta pedazos de piso de parte de los metaleros que no soportaban el crudo rock del desierto, que traía temas como “Auto Pilot” y “The Lost Art of Keeping a Secret”, del álbum “Rated R”, ausente en la noche del miércoles.
Los años pasaron y Queens Of The Stone Age editó discos gloriosos como “Song For The Deaf”, “Era Vulgaris”, “Like Clockwork” y “Villains”, placa que los trajo por quinta vez al país, tras pasar por Geba, el Luna Park en dos opotunidades y retornar a Vélez ya como headliners.
“¿La están pasando bien? Tienen que pasarla bien”, repetía una y otra vez el colorado Homme desde el escenario que daba a la tribuna visitante del José Amalfinatini, en un concierto que comenzó con “My God Is The Sun”, luego de entrar caminando al escenario en un confuso atardecer.
Por un lado, la gente que llegaba corriendo de la oficina en colectivos abarrotados se topó nuevamente con la floja atención de una productora que dispuso de tan sólo un acceso para un campo que desde hace semanas estaba agotado.
Los mensajes en las redes sociales daban cuenta de las más de seis cuadras, traducidas en no menos de dos horas y media, de espera para poder ver a una de las mejores bandas de rock de los últimos 20 años.
“Burn The Wich”, “In My Head”, “Feet Don´t Fail Me” y “The Way You Use To Do”, todos de los últimos discos, se sucedieron entre arrebatos de Homme pateando unos tuvos lumínicos que los colaboradores de la banda habían distribuido por el escenario.
A los QOTSA les gusta tocar con luces que armen juego con las canciones, pero una vez que ellos sacuden el escenario lo único que queda es rock, rock y más rock, convirtiendo al decorado en un montículo de objetos que los músicos revolean a su gusto, dejando, hacia el final de la noche, todo pelado.
Otra de las constantes fue el agradecimiento a sus amigos de Foo Fighters por haber compartido esta gira latinoamericana que culminaba en una Buenos Aires que Homme conoce “muy bien”; es que en sus visitas suele salir a comer por San Telmo y hasta compra discos de vinilo de artistas nacionales.
“Los quiero mucho, esta es una ciudad muy especial para mí. Mi corazón es fuego”, decía mezclando inglés y un español mexicanizado, que adoptó por la cercanía de su desierto del Mojave natal con el país de Hugo Sánchez, Guillermo del Toro y Alejandro Iñárritu.
Los clásicos y festejados “Make It Wit Chu”, “Little Sister”, “You Think I Ain’t Worth a Dollar, but I Feel Like a Millionaire” y las vertiginosas “No One Knows” (con un, hay que decirlo, insoportable solo de batería del ex Mars Volta Jon Theodore) y “A Song for the Dead” cerraron la hora y veinte de show para la espera del número principal y más taquillero de lo noche.
Con Homme revoleando la guitarra y los micrófonos a su paso, detrás suyo quedaba la locura del bajista Michel Shuman, el delirio del guitarrista Troy Van Leeuwen y del multifunción Dean Fertita, con sus imprescindibles acompañamientos de Minimoog y la certeza de que si hay algo que sobrevive de ese errático 2001 es el impulso y la actitud de una banda que disco a disco le da sentido a la palabra “vanguardia”.
(Télam)