Discriminación, identidad sexual, crianza, educación, machismo, depresión y abandono son algunos de los conflictos adolescentes que Nadie me dijo ponen en tensión sobre el escenario del Teatro Jufré.
Se trata de situaciones sociales comunes, atemporales y vigentes en donde ninguno de los personajes termina de ser lo que es y la mentira, de una adaptable versión de sí mismos, aparece como la única posibilidad para sobrevivir a las presiones de los ámbitos escolares y familiares.
A pesar de tratarse de una temática conocida y reproducida de varias maneras, la puesta del dramaturgo y director Julián Bertero se corre del lugar común para asumir un riesgo: Dentro del relato de enredos y posibilidades, se narra una historia de amor entre Emilia, una sorda hablante de la lengua de señas, y Leandro, el estudiante nuevo, despistado e inocente que ingresa a la escuela en busca de amigos.
La propuesta de trabajar los conflictos juveniles en el desarrollo de un personaje que no comparte la lengua mayoritaria del espacio que habita, es un desafío que implica una gran responsabilidad en lo que se representa. El director y Diego Roa, uno de los traductores y entrenadores de la lengua de señas perteneciente a ADAS (Asociación de Arte y Señas, encargada de la Investigación y Difusión de la Lengua de Señas), conversó con Diario Vivo y comentó el trabajo que realizó para llevar a escena la historia de amor entre una chica sordomuda y un oyente.
Diario Vivo: ¿Cómo surge el mundo sensible y tierno de Nadie me dijo?
Julián Bertero: Hay una forma de escribir en teatro que parte de una imagen generadora. En este caso, la que me hizo empezar a escribir Nadie me dijo fue, justamente, la imágen de una joven sorda bajo la necesidad de impedir que la persona que ama haga algo que le pueda hacer daño. Ese impulso ingenuo fue muy fuerte y me llevó a que me preguntara ¿Qué hay detrás de eso? Al momento de establecer las escenas de Emilia me choqué con una parte muy importante: el personaje habla en lengua de señas pero tiene que ser comprendida por un espectador oyente. Por eso el rol de la hermana, que ya existía como material, también funciona como mecanismo para que el espectador pueda completar lo que estaba manifestando el personaje sordomudo. Entonces, muy ingenuamente en la escritura ponía, por ejemplo, como frase para trabajar las señas “No me importa” y el personaje que funciona como locutor completaba “¿Cómo qué me importa?”.
Diario Vivo: Entonces, a la hora de montar la obra buscaste una traducción en la lengua de señas de los diálogos y las escenas
Julian Bertero: Cuando empecé a ensayar la obra y llamé a alguien para que me traduzca en lengua de señas los diálogos del personaje, me encontré con el equipo de ADAS que me abrió las puertas a un mundo desconocido para mi. Diego Roa y Yanina Boria me ayudaron a interiorizarme en profundidad sobre este lenguaje, a entender que no se trata de traducir sino de interpretar, de comprender los códigos de la comunicación que, si bien los entendía, no los tenía en cuenta en la escritura porque estaba muy desconectado de eso. No planeaba hacer una obra que hable del mundo de los sordos, fue el mismo trabajo el que me encontró con eso porque lo que sucede es una comunicación muchísimo más compleja, la obra ocurre en tres líneas de lenguaje: el español, la lengua de señas y el español señado, entonces había que hacerlo con rigor y responsabilidad ¿Cómo es que esas dos personas, Emilia y su hermana Camila, se entienden? porque tienen una historia y se conocen a nivel comunicativo.
Diario Vivo: Diego, cuando leíste el texto dramático ¿Realizaste muchas modificaciones?
Diego Roa: Solo las que creímos pertinentes, no fueron muchas. Dentro de todo, la intuición que tuvo con esa imagen disparadora fue muy buena. Los cambios que hubo tenían que ver con temas específicos de la comunicación. Por ejemplo, la escena en que las dos hermanas discuten, la chica sorda lo que hace es taparse la cara para no ver, interpretar o entender lo que está sucediendo. Eso entre personas no oyentes es como dejar de existir, una falta de respeto y un acto de total inmadurez. Si bien la pelea de las hermanas es bastante inmadura, había que encontrarlo en acción. Dramáticamente taparse la cara era funcional, pero para eso tuvimos que probar varias maneras hasta encontrar el punto justo. Fue un debate la escena, recuerdo que una de las propuestas que había surgido era agarrarle las manos y correrlas de la cara, y eso se discutió porque agarrarle las manos a un sordo es como taparle la boca a un oyente. Fueron muchas reuniones para conversar, debatir el guión, ver qué queremos hacer de la puesta en escena.
Diario Vivo: En algún punto la mayor dificultad de la obra estuvo en encontrar las formas de representación
Diego Roa: El tema de la lengua de señas puesto en un espacio determinado es complejo porque su gramática es en el espacio, muy distinto al lenguaje hablado que es lineal. Mientras uno es una sucesión de palabras emitidas que conforman una oración, en el otro construís sentido en el espacio. Ahí hubo un choque muy interesante entre lo que se quería crear desde la dramaturgia y la realidad que empezaban a conocer desde nuestra intervención de ADAS. La obra permitió que surgiera una mixtura interesante entre dos trabajos. Por un lado encontrar la voz o la risa, que son los dos elementos más claves del personaje de Emilia para un espectador oyente, y por el otro que tenga sentido dentro de la comunidad sorda lo que dicen. Por ejemplo, en una escena ella dice “Vengo de afuera”, el afuera había que ubicarlo en algún lugar y tenía que tener sentido en toda esa escena, por lo tanto la hermana tenía que señalar el mismo afuera, porque si señala otro punto es otra referencia y otro lugar, por lo tanto pierde lo gramatical y no tiene sentido.
Julián Bertero: Es una de las obras que más tiempo ensaye porque no hay lugar para lo superficial en esto, hay un colectivo detrás y lo que hagas con la puesta no puede ser de manera superficial. El cuerpo del sordo está socializado de manera distinta. Atraviesa niveles de represión o libertades de formas inconcebibles para una persona oyente, lo que requirió muchísimo trabajo de investigación. El sordomudo actúa para hablar, o habla actuando y eso para un oyente es muy complejo. Este entrenamiento nos acerca a poder entender cognitivamente cómo es que un sordo percibe el mundo, incluso encontrar la risa y la voz fue algo muy particular para mi porque en los ensayos el equipo de entrenamiento en el lenguaje de señas le estaban aportando a la actriz más material que yo como director, porque había algo que no terminaba de comprender como para transmitirselo a otra persona. Sinceramente el mundo que se me abrió detrás de esto es muy amplio y de mucha conciencia en el trabajo.
Diario Vivo: Sos un director muy joven y encaraste una investigación escénica muy compleja ¿Qué te aportó este aprendizaje en tu carrera?
Julian Bertero: La dirección siempre fue una pulsión. En los elencos en los que participaba como actor estaba muy atento al trabajo del otro, miraba y me metía en la asistencia de dirección. Mi constante necesidad de ponerme en riesgo me llevó a empezar a escribir, dirigir y producir mis propios trabajos a los 20 años. Sufrí un montón y aprendí a los bifes. El año pasado hubo un cambio en mí, una condensación en todo ese aprendizaje. Dirigir es un oficio que inicia con la imagen generadora, termina con el espectador y abarca muchas cosas, pero liderar es algo que no te enseña nadie y es muchísimo más complejo porque se trata de estar en contacto con los actores y de coordinar todo un equipo, pero eso se aprende en la práctica. Me queda muchisimo camino por recorrer pero esta segunda temporada de Nadie me dijo tiene un gran crecimiento que se debe a que pude abrirme a aprender a coordinar un grupo. Creo que ellos no son obra mía sino que yo soy más obra de ellos, aprendí que un paso en falso dentro de esa coordinación, de esa grupalidad que se arma en los ensayos y en la obra, puede evitar que exista algo muy bello en las funciones. Esta obra ha sido una fuente de orgullo y crecimiento personal.
Ficha Artística: Elenco: Matías Vega, Paula Rozenwurcel, Agustina Boria, Gonzalo Capel y Gonzalo García/ Traducciones y entrenamiento en lengua de señas: Diego Roa y Yanina Boria para ADAS, Encargada de la Investigación y Difusión de la Lengua de Señas/ Comunicación y prensa: Mutuverría PR/ Diseño de arte: Carolina Balog/ Diseño gráfico: Lucia Ratowiecki/ Arreglos musicales: Joaquín Bertero/ Fotografía y audiovisuales: BORIA audiovisual/ Diseño de luces: Jorge Thefs/ Asistencia de dirección: Barbara Jalife/ Producción ejecutiva: Tatiana Boria/ Producción general: Repavol, una productora/ Dirección general y puesta en escena: Julián Bertero/ Duración: 60 minutos/ Sábados a las 19:30 hs en Teatro Jufré – Entradas a la gorra.