El dólar que sube, los precios que también toman un camino ascendente y la necesidad de tener que trabajar más o gastar menos para llegar a fin de mes. La Argentina, no es novedad, no resulta el mejor país para mantener cierta calma. Pero si a estos factores externos se le suman algunos más cercanos, como un conflicto laboral, las demandas siempre urgentes de familiares, jefes o parejas, la avalancha de mensajes por mail, vía WhatsApp y redes sociales, los compromisos ineludibles y las auto exigencias, entonces el resultado puede ser el combo perfecto para caer en un remolino de ansiedad y estrés.
No se trata, vale aclarar, de estados de ánimo simplemente circunstanciales y pasajeros, sino de verdaderos problemas de salud que afectan en distintos niveles a las personas pero que pueden derivar en patologías como la depresión y causar daños en nuestro organismo. Existen, en torno al estrés y la ansiedad, mitos, ideas o creencias varias y, en su último libro, “Vivir a mil, la ansiedad en los tiempos que corren” (Ediciones B), el médico psiquiatra Pablo Resnik se lanza sobre ellas y sobre los trastornos de nuestra mente para aportar claridad al asunto.
La forma en que lo hace es sin perder de vista el ambiente (acelerado) en el cual vivimos y que, cada día se confirma más, no puede disociarse de los trastornos y enfermedades que padecemos. En el libro Resnik aporta una explicación holística, y por eso desarrolla nuestra evolución y nuestra biología en relación al concepto de estrés, la influencia de nuestras historias personales y las presiones sociales que inciden en aquello que nos afectan. Claro que tampoco se queda en una enumeración de explicaciones científicas sino que también acerca pautas específicas para manejar el estrés o saber si este es parte de nuestras vidas.
-¿Es el estrés un mal de esta época?
-Sí, absolutamente, el estrés sobre todo como lo conocemos popularmente, cuando uno habla de estrés cuando está estresado o estresada, cuando estás gastado un poco por las presiones. Esta es una época, salvo excepciones porque no es igual para todos, pero en términos generales, que nos pide muchísimo rendimiento, mucho trabajo, nos pide trasladarnos demasiado en las ciudades y el trabajo está un poquito devaluado, y entonces vivimos estresados y no solo es una característica de la época sino que lo que es peor es que ya es natural vivir estresado y lo aceptamos como una realidad. El punto es que ni siquiera nos damos cuenta, es como que somos así estresados y esto es malo para el organismo, para el ánimo, parece un cambio casi cultural.
-Nuestros abuelos no conocieron esta forma de vivir y supongo que este estrés tampoco.
-Obviamente el estrés lo habrán conocido, uno puede tener estrés por problemas, pero el asunto es que para marcar esta diferencia, en ese momento podrán haber tenido estrés si les iba mal en algo, si tenían una enfermedad o si estaban pasando un mal momento. Hoy el estrés parece inherente a la actividad, a cómo nos manejamos. El estrés forma parte de la normalidad y claro, ese estrés no lo tenían antes. Acá no solo estamos en una sociedad del rendimiento que mide todo por rendimiento económico en general. Hay otra cuestión que es la tecnológica, que también está descripta en el libro y es que la tecnología va mas rápido que nosotros, se multiplican los inputs, los generadores de información. No nos da la cabeza para seguir todo, tampoco para todas las ofertas de consumo que hay, con la manipulación sobre nuestro deseo, y que van captando nuestra atención. Entonces nuestra atención esta repartida en 500 mil cosas, la enorme mayoría no cruciales ni mucho menos. La tecnología está pudiendo abrir todo ese campo de estímulos y la cabeza no avanza a la misma velocidad.
-¿Vivir en una ciudad y no sufrir un grado de estrés es algo inevitable?
-No, hay un grado de estrés que depende de las elecciones que podamos hacer. Lo primero es darnos cuenta que estamos estresados, porque por ahí no nos damos cuenta, o ya es normal estar cansado, sin ganas de nada. Después, si nos damos cuenta, habría que ver qué podemos hacer para cambiarlo, qué tipo de vida queremos tener, si podemos modificar cosas. Algunas son muy difíciles, sobre todo las que tienen que ver con el trabajo, con la supervivencia, pero aun en ellas hay gente que podría elegir trabajar menos, más cerca de la casa, generarse menos necesidades para no tener que trabajar tanto para pagar esas necesidades, sobre todo si tenemos la mente captada por esta vida que nos estimula todo el tiempo a producir y a consumir. Si nos damos cuenta es probable que podamos hacer algunas cosas para salir de ese circuito.
-Asociado al estrés está la idea del éxito y hay personas que creen que estar estresado es una señal de aquello y entonces lo manifiestan casi con orgullo. ¿Qué opinión te merece esto?
-Sí, hay gente que se lo justifica y lo enarbola como diciendo “mirá, estoy estresado porque trabajo un montón”. Bueno, la actitud frente al estrés puede tener cualquiera la que más le plazca. Hay gente que le gusta esto, que por ahí están en la carrera del éxito, que en esta civilización sería el éxito económico, acumular bienes y esas cosas, o simplemente por su carácter, más allá de lo que gane en términos materiales, hay gente que le gusta vivir así, en mil proyectos, no dar abasto, vivir a mil, como es el titulo del libro. Bueno, si la persona que lo elige es adulta y se da cuenta lo que está haciendo y cómo esta exigiendo su cuerpo, su mente y su ánimo y lo quiere hacer, es respetable. Sí es verdad que estaría bueno que podamos empezar a desmontar esta idea general de que estar estresado, cansado, sacrificado es bueno. Porque en contra partida por ejemplo tenemos a alguien que no le interesa mucho el consumo, que trabaja tres, cuatro horas por día y después se dedica al ocio. Fijate cuánto mide el dinero, porque si el que hace eso es un empresario que tiene mucho dinero va a ser respetado, ahora si es alguien que no tiene mucha guita, que vive con lo que puede y está en la casa casi todo el día van a decir que es un vago o una vaga. Eso nos habla de una cultura que estamos teniendo de principios supuestos de que primero es bueno estar cansado o cansada, estresada, y es malo estar relajado y pasándola bien y no estar deseando progresar en lo económico, por ejemplo. Esas son estructuras que es interesante ver si se pueden desmontar o que cada uno pueda pensar si son válidas para sí mismo.
-Hay un problema y es que muchas personas que tal vez son conscientes que están viviendo a mil recién consiguen cambiar su estilo de vida después de sufrir un susto, como puede ser un infarto. ¿Por qué tendemos a llegar hasta esas instancias para recién ahí emprender un cambio?
-Es verdad que eso pasa muchas veces porque ahí es cuando la vida te pone de frente con “mirá, esto ya no es joda”. Tomar decisiones importantes y cambiar una situación en la cual ya estás instalado le cuesta a la mayoría. La gente en general no está acostumbrada a tomar decisiones tan importantes sobre todo lo que tiene que ver con su vida, sobre todo un poquito también por lo que decíamos antes, porque hay un deber ser: “ay, qué voy a hacer”, “y eso cómo va a ser mirado” y “de mí se espera tal o cual cosa”, “mis padres esperan de mí que vaya para adelante”. Hay un montón de auto exigencias o exigencias de afuera que se toman en un contexto de un modo de vida que legitima esto de estar estresado, entonces cuesta correrse de eso, verla clarita, y por ahí si no llegaste a tener el infarto decís “sigo”. La verdad es que aunque no tenga el infarto por ahí sería bueno que la gente salga de este circuito si se da cuenta que no la está pasando bien o que no es lo que más quiere.
-Una de las formas para abordar estos problemas y que describís en el libro es la terapia cognitivo-conductual, pero acá en Argentina no estamos muy acostumbrados a ella o incluso pareciera no haber tantos profesionales que realicen este tipo de terapia en comparación con el psicoanálisis. ¿Es un problema?
-Si es un problema, en Buenos Aires sobre todo y en Argentina en general y por una cuestión de tradición -y que eso ha tenido muchas cosa buenas también- el psicoanálisis ha predominado. En otros países no necesariamente ha sido así. El psicoanálisis acá sí predominó y predomina pero también es verdad que de a poquito otras escuelas terapéuticas van ganando más lugar. De las terapias cognitivo conductuales hace diez años había muy poca gente y pocas instituciones. Hoy hay más pero igual es un problema, porque por ejemplo en las instituciones como hospitales y demás y en muchas prepagas cuesta encontrar profesionales que se manejen con esto, ni hablar en zonas alejadas de las grandes ciudades. Muchas veces atendemos pacientes por video llamada porque tienen ansiedad, fobias, pánico, estrés y la verdad que la mejor terapia en muchos de ellos es la cognitivo-conductual y no la tienen a mano. Igual está creciendo el número de instituciones que enseñan este tipo de tratamientos y es verdad que son los tratamientos de elección para todo lo que es ansiedad, pánico, estrés y fobias.
-En el libro dedicás un espacio a la marihuana y su consumo. ¿Cuál es tu mirada sobre su uso para “bajar un cambio”?
-Si, lo menciono porque es algo que está ocurriendo. Yo lo equiparo, y lo digo en el libro, al consumo de ansiolíticos, que hay gente que se automedica con ansiolíticos, con sedantes para dormir, o para estar más relajada cuando llega a la casa. Lo que pasa es que esto forma parte de algo “legal”, y ahí nos tenemos que preguntar por qué se ve bien eso eso y no el uso de marihuana, por ejemplo. Creo que algo debe tener que ver el tema de la industria y la economía. El uso de psicofármacos mueve plata oficial, de empresas, la marihuana es más marginal y artesanal. ¿Cómo lo veo yo? No veo mal el consumo de marihuana en general, sobre todo ocasional. Una cosa es que lo haga de vez en cuando para pasarla bien o para relajarme algún día muy malo, ahora si lo estoy teniendo que hacer todos los días, es bueno que me pregunte qué pasa que no puedo estar relajado si no me fumo un porro o si no me tomo un rivotril. Porque entonces quizá si uno se puede preguntar esto pueda revisar un poco la vida que está llevando y ver si no hay otros cambios para hacer. El tema del alcohol es lo mismo, si todos los días tenes que tomarte dos o tres latas de cerveza o una botella de vino para bajar empezá a pensar qué está pasando.
-En el libro contás que en ocasiones el paciente no puede realizar un cambio en su vida, por ejemplo cambiar de trabajo, por razones que lo exceden, entonces se le termina recetando algún tipo de fármaco para aliviar lo que le pasa. ¿Qué es lo que sentís como profesional cuando no se puede avanzar más de lo que te interesaría?
-Uno como profesional siente algún grado de frustración cuando no podés ayudar más a avanzar. Pero también hay que aceptar que no somos todos iguales. Hay gente que realmente no puede y en esos casos sí hay un fármaco que la va a ayudar a resolver o a alivianar eso y bienvenido sea. El asunto siempre es el buen uso, y realmente utilizarlo cuando hace falta. A veces vienen pacientes que han pasado por muchos terapeutas. Cuando llego a un punto en el que no no puedo ayudar a un paciente, uno hasta le sugiere que haga otra consulta. Puede haber alguien que vea algo que yo no veo y tenga alguna solución. Después ves a otras personas que no, que tienen derroteros de muchos terepeutas, muchos tratamientos y puede ser por causas psicológicas o por causas biológicas, ojo. Hay una buena parte de la ansiedad que tiene que ver con cuestiones heredadas en los genes y la gente que ha heredado alguna ansiedad muy severa por mejores tratamientos que hagan, mejoran pero muchos de ellos igual tienen que seguir tomando una medicación y está bien que lo hagan. Eso es comparable cuando a alguien no le alcanzan los cambios que hace, por ejemplo que no le pone sal a la comida y demás y tiene que tomar algo para bajar la presión. La parte psíquica también tiene sus componentes biológicos y cuando esa herencia es muy marcada por más tratamientos que hagas vas a seguir teniendo un temperamento de mucha ansiedad. Y en esos casos el medicamento es correctivo de algo que no regula bien tu cuerpo.
-No parece ser fácil salir de una situación de estrés, ¿pero se puede prevenir?
-No es sencillo, estamos hablando siempre de un estilo de vida de estrés, el estilo de vida que uno consciente o no está metido en él. Se podría prevenir, puede haber un nivel familiar o personal y podría haber a nivel sociopolitico, podríamos decir. Por ejemplo, en Suecia, hace pocos meses, se legalizó la jornada laboral de seis horas. Eso es interesante también, ya que nos van reemplazando tanto las máquinas y demás que seria bueno que podamos trabajar un poquito menos, siempre y cuando la riqueza se siga repartiendo, ¿no? A nivel familiar puede haber una educación, de familias que entiendan y lo puedan prevenir para los hijos. Si uno lo ve y elige un modo de vida puede prevenirlo. Puede ver dónde quiere vivir, cómo quiere ganarse la vida, qué metas o ambiciones se pone. Sí se puede prevenir pero implica estar decidiendo un modo de vida. De otra manera es medio difícil. Pero si la pregunta es si se puede prevenir viviendo al ritmo que vivimos, no digo que no, habrá gente que lo pueda hacer, pero parece tener más que ver con condiciones naturales innatas de cada uno que con una prevención que se pueda hacer. Hay empresas que a sus empleados les dan espacios más agradables, momentos de descanso, la posibilidad de trabajar más cerca de los domicilios o desde la casa. Hay un montón de medidas que se podrían tomar para que esto funcione mejor, para que estemos más contentos, que esa es la idea, que la sociedad sea mejor para las personas. Porque me parece que otro mal de la época es que todo se piensa desde lo que es mejor para las empresas y nos olvidamos que estamos las personas, que seriamos lo más importante.