Como cada 11 de abril, desde 1997 el Día Mundial del Parkinson contribuye a concientizar sobre una enfermedad que, en nuestro país, afecta entre el 1 y 1,5 por ciento de las personas mayores de 65 años y que en todo el mundo es es la causa más común de los trastornos del movimiento.
Pero pese a que la enfermedad tiene un nombre ampliamente divulgado, no siempre la información que se difunde es correcta. En una primera definición, la enfermedad del Parkinson (EP) una enfermedad del sistema nervioso que afecta a las estructuras del cerebro encargadas del control y la coordinación del movimiento y la postura.
En esta patología, la dopamina, un neurotransmisor esencial para la regulación del movimiento, se encuentra disminuida. ¿Pero cuáles son las causas que favorecen la aparición del Parkinson? Las investigaciones postulan que factores ambientales como toxinas, contaminantes, herbicidas, pesticidas podrían causar la enfermedad en personas susceptibles genéticamente, pero aún se desconoce su causa.
Si bien en la mayoría de pacientes no es hereditaria, sobre todo si comienza después de los 50 años de edad, se han identificado varios genes responsables de la enfermedad en una minoría de casos heredados. A nivel mundial, según la OMS, la enfermedad de Parkinson afecta a 1 de cada 100 personas mayores de 60 años.
¿Cuáles son los signos y síntomas principales?
• Lentitud de movimientos, dificultad para iniciar movimientos (bradicinesia)
• Temblor de reposo
• Rigidez muscular
• Inestabilidad postural, (dificultades en la marcha y el equilibrio)
• Inicialmente la enfermedad de Parkinson puede afectar un solo lado del cuerpo.
¿Cuáles son los síntomas no motores de la enfermedad?
Anabel Chade, jefa de la Clínica de Parkinson del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) explica que “la identificación de los síntomas no motores de la enfermedad han modificado la forma de evaluar y tratar a los pacientes. Puede comenzar con trastornos de ansiedad, depresión, apatía, fobias, sueños vívidos, disminución del olfato, constipación. Las alteraciones cognitivas pueden estar presentes en forma temprana, como fallas en la atención y en la organización, por eso es importante que las personas sean evaluadas para identificar estos trastornos que pueden mejorar significativamente con la rehabilitación”.
A su vez, otros síntomas a tener en cuenta son la disminución del volumen de la voz, la disminución del tamaño de la escritura, la disminución del balanceo de brazos, el aumento de la saliva y los trastornos del sueño.
Actualmente existen distintos tratamientos (la enfermedad no tiene una cura). “Hoy sabemos que solo tomar medicamentos no es suficiente. Los pacientes deben tener acceso a tratamientos interdisciplinarios para mejorar sus síntomas Si bien es clave la terapia farmacológica también lo son las actividades no farmacológicas. El ejercicio físico mejora el equilibrio, la flexibilidad, la marcha. Los pacientes nos preguntan: ¿Qué ejercicio tengo que hacer? Gimnasia acuática, natación, pilates, bicicleta, tai chi, caminatas son algunos de las actividades recomendadas. Es importante que los pacientes se organicen para desarrollar actividades no farmacológicas para mejorar su calidad de vida,” dice Chade.
“Desde algunos años se concibe a la rehabilitación neurológica intedisciplinaria como una herramienta fundamental en el abordaje terapéutico de estos pacientes. La misma debe estar orientada hacia mantener y mejorar las actividades de la vida diaria incorporando estrategias funcionales y brindando asesoramiento permanente al paciente y su familia. Para ello, lo ideal es realizar una evaluación inicial del paciente y plantear objetivos de rehabilitación a corto, mediano y largo plazo. Posteriormente se emplean protocolos validados en el tratamiento de la hipofonía, el equilibrio, balanceo y trastornos atencionales que serán implementados por un equipo terapéutico conformado por neuropsicologos, kinesiólogos, terapistas ocupacionales, fonoaudiólogos, neuropsiquiatras y coordinados por neurólogos especialistas en rehabilitación”, agrega Máximo Zimerman, director de Neurorehabilitación en INECO.
“Con respecto al tratamiento farmacológico, se están estudiando drogas en ensayos clínicos para controlar distintos síntomas de la enfermedad tanto motores como no motores y evaluar si tienen la propiedad de ser neuroprotectoras o de disminuir el depósito de alfasynucleína y el daño neuronal retrasando la evolución de la enfermedad”, describe Chade. En tanto la cirugía para el control de algunos síntomas motores de la enfermedad avanzada y de complicaciones del tratamiento a largo plazo es una alternativa más.
Mantener el bienestar, contar y brindar apoyo según sea el caso y tener la información correcta son otras claves para convivir con una enfermedad y que los tratamientos alcancen la eficacia esperada.