¿Hay “niñas madres”? ¿Existen adolescentes con capacidad de gestar que deciden y quieren ser mamás?
La pregunta se reaviva con cada caso que trasciende públicamente, casi siempre por obra de los grupos que se oponen a la legalización del aborto, de una adolescente o una niña que quedó embarazada.
Un editorial, publicado hoy en el diario La Nación, con el título “Niñas madres con mayúsculas”, recrudeció la polémica. La nota alude a los casos de dos adolescentes de 13 años que quisieron avanzar con sus embarazos, a pesar del mandato de sus madres. “El relato de esas realidades mueve a reflexionar sobre lo que es natural en la mujer, lo que le viene de su instinto de madre, lo que le nace de su ovarios casi infantiles”, sostiene el editorial.
Sandra Vázquez es médica ginecóloga infanto juvenil del Hospital Cosme Argerich, ubicado en el barrio porteño de Barracas. Atendió casos de embarazos de 10 años en adelante y sostiene que, en la mayoría de los casos, las menores optan por la interrupción.
“Muchas veces depende de si el embarazo es producto de una violación o de una relación consentida. En el primer caso, el diagnóstico se hace en forma tardía porque la adolescente no cuenta los abusos, que generalmente son intrafamiliares y de larga data. Para cuando consultan por otra cosa, se detecta un embarazo que ya tiene más de 14 semanas”, indicó Vázquez, en diálogo con Diario Vivo. “Si es producto de una relación consentida, entonces suelen sospechar que están embarazadas y se hace el diagnóstico más temprano. En esos casos, se les dan todas las opciones: continuar con el embarazo y ser madres; continuarlo y darlo en adopción o interrumpirlo. En general, prefieren la opción de no continuar con el embarazo”, agregó.
Según la médica, existe “un pequeño porcentaje” de niñas y adolescentes que deciden continuar con el embarazo. Se trata, la mayoría de las veces, de menores con una realidad socioeconómica de vulnerabilidad. “Lo ven como un proyecto de vida, sienten que no son nada y que ser la mamá de alguien las pone en un lugar en la sociedad. Es un mecanismo para llevar algo propio. En general, son chicas que no estudian, dejaron la escuela y cuidan a sus hermanos. Deciden ser madres aunque no tengan pareja. En muchos casos, las abuelas se terminan convirtiendo en madres de sus nietos”, explicó la especialista en ginecología infantil y adolescente.
En el caso de las niñas y adolescentes de los estratos socioeconómicos medio y alto que llegan al sistema de salud pública con un embarazo, “el 99 por ciento opta por la interrupción”. “Hay un concepto de maternidad distinto en uno y otro sector”, agregó Vázquez.
La médica integra la “Red de Profesionales por el Derecho a decidir”, que tiene alrededor de 1.000 médicos, asistentes sociales y psicólogos en todo el país. El postulado de la red es acompañar y preparar interdisciplinariamente la decisión de las mujeres, “sea cual sea”.
La ausencia de educación sexual; los abusos sexuales, sobre todo intrafamiliares, y la pobreza convierten, en muchos casos, a las menores embarazadas en “niñas madres”.
“Creo que hay condicionamientos tanto para continuar un embarazo como para interrumpirlo. Los médicos tenemos que escuchar y evaluar. Yo tuve que denunciar a padres que querían interrumpir el embarazo de su hija, que quería tener el bebé”, contó la médica del Argerich. “Nosotros tenemos que ser lo más objetivos posible y ayudar a tomar una decisión libre y autónoma. Si la adolescente quiere continuar con el embarazo, se la acompaña en esa postura, sea que quiera ser madre o darlo en adopción”, apuntó.
El caso de una nena de 12 años en la provincia de Jujuy, a la que le practicaron una cesárea porque le detectaron un embarazo de alrededor de 24 semanas, despertó la polémica acerca de los métodos óptimos para atender los casos de las niñas y adolescentes que no quieren continuar con la gestación.
“No todas las provincias trabajan de la misma manera. La Pampa tiene un protocolo más amplio que el de la Nación para la interrupción del embarazo. Hay otras provincias más obstaculizadoras, como Jujuy. Además, las instituciones antiderechos siempre están atentas a estas familias y les queman la cabeza cuando deciden abortar. Las ponen en una situación de culpa, no distinguen entre el embrión, el feto o el niño por nacer. A una chiquita de siete semanas le muestran una foto de un feto de 25”, advirtió Vázquez.
“En el caso de Jujuy, hay una fundación que reclama la potestad para retirar de la morgue el cuerpo del feto que nació y darle `cristiana sepultura´. Una adolescente y una familia no tienen que pasar por eso, es muy traumático. La nena fue violada y estuvo internada en una maternidad. Esa nena queda marcada para toda la vida. Va a ser la señalada como la asesina o la pobrecita”, explicó la doctora.
Vázquez advirtió sobre la necesidad de que la Mifepristona sea legalizada en Argentina ya que hubiera sido el método más indicado para tratar un caso como el de Jujuy.
La médica también consideró que en el caso de Jujuy se violó el secreto profesional, para proteger a la adolescente y a la familia. “No se tendría que haber llegado a ese lugar, habría que haber detectado el embarazo a tiempo. La interrupción voluntaria del embarazo debe ser una práctica más, no debería estar tan obstaculizada”, agregó.
Vázquez considera que el derecho de las mujeres a “elegir sobre sus vidas” debe ser prioritario a la hora de acompañar la decisión que tomen con respecto a la continuación o interrupción de un embarazo.
“Vida es cualquier célula, el tema es entender el derecho de la mujer a elegir y que su vida es más importante que la del embrión, incluso en el caso de embarazos buscados en los que se detecta que el bebé no va a nacer bien o va a morir a los pocos días. El punto es cuánto respetamos a la mujer, adolescente, niña o adulta, que por algún motivo quiere interrumpir el embarazo. Ese motivo tiene que ser siempre válido, sea cual sea”, concluyó la médica.