“Frozen Sex”, una serie de pinturas y dibujos de órganos sexuales retratados con una estética pop, que Marta Minujín realizó en 1973 durante una estadía en Washington y que a fines de ese año se exhibieron en una galería de Buenos Aires -donde debieron ser descolgados a las tres horas de la inauguración, por la censura de la policía-, vuelve a mostrarse por primera vez, luego de 45 años, en la galería Henrique Faría.
“Esta es una parte de mi obra a la que antes no había dado relevancia porque estaba en mi época de performances. Pero el regreso a la pintura fue motivado por la fobia que se había despertado respecto del sexo”, cuenta durante una recorrida para prensa la camaleónica artista que siempre se reinventa, detrás de la imagen que construyó calzada en sus mamelucos blancos, su pelo platinado y sus infaltables anteojos espejados.
“A fines de los 60 todo el mundo hacía el amor con todo el mundo y la gente tomaba el sexo como una diversión pero después, con la amenaza del sida, se hablaba de peste rosa, de manera muy underground, y de pronto ya nadie se quería besar ni tocarse por miedo a morirse. En ese contexto terrorífico pensé que había que dignificar los órganos sexuales, por eso me dediqué a pintarlos como si fueran retratos o naturalezas muertas”, relata y agrega que realizó la serie muy influenciada por la lectura de “El erotismo” de Georges Bataille.
“Quise retratar los órganos sexuales como si fuesen mágicos, dignificarlos, como una naturaleza muerta, como ‘La Gioconda’ de Leonardo Da Vinci, y después cuando los tuve todos juntos pensé en un erotismo, como si hubiesen sido creados con un metalenguaje, subterráneo”, insiste la artista de implacable y simpática presencia, mientras se pasea por la galería. Y desliza: “Muy poca gente se atreve a tenerlos en el living de su casa”.
La serie se vio originalmente en 1973 en una galería de los Estados Unidos, en una muestra que se tituló “Frozen erotisme”, donde Minujin mostraba estos primerísimos planos de genitales a la manera del cine y las revistas porno, en colores rosas chicle y pastel, y una alusión a la forma de los helados, a las que remiten algunas de las obras.
Para la inauguración en Washington, Minujín, enfundada en una vestimenta rosa, invitó a dos fisicoculturistas pintados de rosa, pasó boleros románticos y ofreció de tomar champagne rosé y para comer, pastillas rosas.
Se incluye aquí el cartel publicitario que invitaba a la fallida exhibición en Buenos Aires, en la desaparecida galería Arte Nuevo: “Vuelvo a la pintura luego de 13 años de haber roto con ella, un exilio voluntario en campos de experimentación y descubrimiento en los que sigo militando, esta vez son imágenes fotográficas mentales que están colocadas bidimensionalmente en el espacio interior de mi imaginación”, rezaban las palabras de Minujin, en alusión a la muestra que solo se vio por cuestión de horas en una inauguración que incluía también un show erótico.
Para realizar esta serie, Minujín se zambulló en el submundo del consumo erótico al recorrer la calle 14 de Washington, que es donde se concentraba la oferta de sexo, los cines porno, cabarets y sex shops y recuerda: “Yo recorría todos esos lugares, los pornoshop, para ver la energía de la gente. Y hasta hice amistad con una prostituta para entender todo”.
En aquel entonces, en Washington, el crítico Julián Cairol comparaba estas pinturas con las publicidades de alimentos congelados y decía: “A través de este proceso, la artista revela el instrumento empírico sobre el que se construyó el erotismo y lo representa como objetos anónimos de consumo. El sexo ya no pertenece al individuo, sino a la cultura”.
Por su parte, el crítico Francisco Lemus señala en el texto que acompaña la exposición: “El pop se caracteriza por tomar con frialdad las imágenes emblema, las que están en una góndola, las que eclipsan por su belleza o rechazo, las que exhiben los signos mediáticos y los de la contracultura. Estas imágenes no son narrativas, tampoco contestatarias, son lo real puesto en la obra en su versión simulacro. El ejercicio conceptual que ofrece el pop es habitar la sinceridad brutal al mismo tiempo que lo superficial resulta encantador”.
Marta Minujín realizó su primer happening, titulado “La destrucción”, en 1963. En 1966 hizo la pionera “Simultaneidad en simultaneidad”. Algunas de sus obras efímeras de participación masiva fueron “El Partenón de libros” (1983), “Carlos Gardel de fuego” (1981), “La Torre de Babel con libros de todo el mundo” (2011).
En 2016 fue galardonada con el Premio Velázquez a las Artes Plásticas (Madrid) y en 2017 desarrolló para Documenta 14 su obra “Pago de la deuda griega con olivas a Angela Merkel” (Atenas) y “El Partenón de libros prohibidos” (Kassel).
A principios de 2018 fue distinguida con el Americas Society Cultural Achievement Award en Nueva York, y prepara para 2019 una gran exposición en el Museo del Barrio, de la ciudad de Nueva York.
La muestra “Marta Minujín: Frozen Sex” se podrá visitar hasta el 4 de julio en la galería Henrique Faria Buenos Aires, Libertad 1630, de lunes a viernes de 11.30 a 19 con entrada gratuita.
(Con información de Télam)