River Plate logró un empate agónico y deslucido frente a Flamengo, en el estadio vacío de Botafogo, de Río de Janeiro, 2 a 2, con sendas conquistas de los uruguayos Rodrigo Mora y Camilo Mayada, en la apertura del Grupo 4 de la Copa Libertadores.
El primer tiempo se jugó al ritmo de este River austero, que “de la boca para afuera” había declamado a través de su cuerpo técnico y sus jugadores que viajaba a Brasil para reivindicarse de la floja campaña en la Superliga consiguiendo sus primeros tres puntos en esta Libertadores, pero esto lo desmentía en su postura táctica (4-4-2 con doble cinco de marca).
Este sistema con Leonardo Ponzio y Bruno Zuculini metidos cerca de los centrales, se pareció a una caricatura de ese River osado y ganador que luciera en los buenos ya viejos tiempos de la era Marcelo Gallardo.
Por eso la posesión del balón fue potestad de los cariocas, hoy locales en el estadio Nilton Santos de su clásico rival de Río de Janeiro, Botafogo, y sin su público, a raíz de los incidentes provocados por su parcialidad, la más grande del fútbol brasileño, en ocasión de la segunda final de la Copa Sudamericana ante Independiente.
Claro que esas características del desarrollo fueron perjudiciales para el espectáculo, ya que se jugó siempre lejos de los arcos, al punto que la única chance de gol digna de contabilizar en toda esa etapa inicial tuvo lugar en el minuto final y fue a través de un tiro libre lanzado por Rodrigo Mora que el arquero Diego Alves desvió en una gran estirada.
Y justamente el delantero uruguayo fue una de las sorpresas que mostró Gallardo en su afán por reconstruir a un equipo que aparece partido no solamente entre líneas sino también en lo espiritual.
Es que Mora formó en ese 4-4-2 dupla atacante con Lucas Pratto (nunca le llegó limpia la pelota), desplazando al banco de suplentes a Ignacio Scocco, hoy por hoy el delantero de mejor rendimiento del conjunto “millonario”.
Y todo esto lo pagaron caro River en general y Gallardo en particular, porque nunca encontraron una forma de juego que les resultara cómoda o, por lo menos, efectiva para sus pretensiones recortadas en este arranque de Copa.
Es que lo que no puede subsanar el “Muñeco” son las flojas performances que vienen teniendo sus dirigidos no solamente en lo colectivo, sino especialmente en lo individual, empezando por su capitán, Leonardo Ponzio, artífice del innecesario penal que derivó a los ocho minutos del segundo tiempo en el primer tanto de los rojinegros convertido por Henrique Dourado.
Pero la fortuna, y solamente ella, fue la que le permitió suturar esa primera herida apenas dos minutos más tarde por un “horror” defensivo de Flamengo, compartido entre los centrales y el arquero, que perdieron ante el diminuto Mora en el juego aéreo tras un tiro libre frontal de su compatriota Nicolás De la Cruz.
Pero eso también resultó contradictoriamente nocivo para el juego riverplatense, porque como en la primera mitad volvió a conformarse con la igualdad en carácter de visitante, y eso volvió a resultarle fatal cuando afloraron nuevamente los errores individuales.
Es que a los 20 minutos nomás hubo otro pelotazo frontal, pero este de jugada, al área de River, se “durmió en los laureles” Lucas Martínez Quarta y apareciendo sin marca por detrás suyo Everton, quebró la resistencia de Franco Armani con un derechazo cruzado que ejecutó sin mirar el arco.
Y cuando el telón del partido empezaba a desenrrollarse, a tres minutos del final llegó el gol del ingresado Camilo Mayada desde afuera del área que se le coló abajo, junto al palo derecho, del arquero Alves.
Fue el empate para River, ya no sin sobrarle nada, sino faltándole mucho, lo mismo que exhibe cada fin de semana en la Superliga, pero al menos se llevó un empate de Brasil más por la “garra charrúa” que por el “fútbol criollo”.