Muchos fanáticos de esa obra publicada en 1979 debatieron sobre el sentido que tenía la elección de ese número, pero el autor reconoció tiempo después que eligió el 42 como parte de una broma que no tenía una explicación lógica.
En la vida real, el 42 inquietó a diversos matemáticos del mundo desde mediados del siglo XX y, hasta hace poco tiempo, era una de las dos únicas cifras que no tenía solución en un problema de una ecuación diofantina —k = x (en cubos) + y (en cubos) + z (en cubos)—, que plantea si se pueden lograr todos los números del uno al 100 a partir de la suma de tres cubos. La otra incógnita era el 33.
La Universidad de Bristol publicó que un equipo dirigido por el profesor Andrew Booker logró junto a Andrew Sutherland, profesor de Matemáticas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) han descifrado este enigma.
Booker se sintió bien tras lograr la solución, debido a que “en este juego resulta imposible estar seguro” de encontrar algo y comparó el proceso con “tratar de predecir terremotos”, en donde solo hay “probabilidades aproximadas”.