Un “gran hermano del arte”: cómo los museos italianos miden las reacciones del público

La tecnología permite analizar gestos mediante cámaras de reconocimiento facial que analizan cada expresión del rostro de los visitantes de la institución.

Con aplicaciones basadas en Inteligencia Artificial y Big Data varios museos italianos comenzaron a experimentar en estos días el programa “ShareArt” (compartir arte), una novedosa tecnología que permitiría indagar cuáles de las obras exhibidas son las que más gustan y las que por el contrario no capturan la atención, así como conocer qué tipo de sentimientos despierta cada pieza en los visitantes.

Calificado por algunos críticos como el “Gran Hermano” del mundo del arte, el “experimento” es posible a partir de un dispositivo desarrollado por la Agencia Nacional de Nuevas Tecnologías, Energía y Desarrollo Económico Sostenible de Italia (ENEA) en colaboración con la Institución de Museos de Bolonia que permite analizar gestos mediante cámaras de reconocimiento facial que analizan cada expresión del rostro gracias a la inteligencia artificial.

En realidad, la novedosa aplicación fue diseñada inicialmente para vigilar que se cumplieran las medidas Covid después de que los museos en Italia reabrieran sus puertas tras la parálisis obligatoria por la pandemia y el confinamiento. En ese marco, las cámaras eran las encargadas de alertar al personal en caso de que algún visitante se quitara el barbijo o no respetara la distancia de seguridad.

Ahora, y gracias a la avanzada inteligencia artificial con la que cuentan estos sofisticados aparatos, se dedicarán a buscar la respuesta a cuestiones tan complejas como conocer qué es lo que hace que una obra de arte genere fascinación, indiferencia o disgusto, según información recogida por el medio británico The Telegraph.

“La iniciativa busca responder cuestiones como ¿en qué consiste el goce ante una obra? o ¿Cuáles son las variables personales y de contexto que afectan a este disfrute?, lo que no puede ser contestado de modo tradicional”, puntualizó Roberto Grandi, presidente de la Institución de Museos de Bolonia, en declaraciones recogidas por la prensa.

El problema que los especialistas detectan a priori es que el sistema detecta muchas expresiones neutras, ya que en ocasiones la reacción de los visitantes no es suficiente como para sacar un resultado concluyente, además del hecho de que, como bien recoge el citado medio, las expresiones son algo orgánico y no una ciencia exacta.

El mecanismo cuenta con una tecnología muy avanzada integrada por cámaras que son las encargadas de enviar las imágenes a un servidor central, donde se analizan y procesan gracias a una aplicación que utiliza el big data para realizar análisis interactivos en varias dimensiones.

Estas cámaras se encuentran situadas al lado de los cuadros pero apenas llaman la atención, por lo que en principio no resultan invasivas para los visitantes, que no tienen que preocuparse tampoco por su intimidad, ya que el sistema procesa los datos pero no guarda las imágenes y, además, no recoge sonido.

Para llegar a una conclusión, el dispositivo analiza una gran cantidad de datos, que van desde el sexo, la edad o el aparente estado de ánimo, hasta la forma y los gestos que utilizan los visitantes según se van acercando a la pieza. Luego procesa todos estos datos y los expone de forma numérica, no a través de imágenes ni de texto, sino recopilando desde el número de personas que han visto cada obra hasta el tipo de reacciones que han ido teniendo.

Según los promotores de la tecnología, los datos ayudarán a comprender mejor el comportamiento de los visitantes, algo que los museos pueden usar para mejorar y optimizar las exposiciones y los recorridos, y a los investigadores les va a permitir profundizar en la dinámica de la percepción.

Sin embargo, no todos celebran la iniciativa. “Nuestras expresiones son orgánicas y no una ciencia exacta”, explicó a The Telegraph, Priya Khanchandani, responsable del Museo del Diseño de Londres sobre esta iniciativa. La experta se mostró escéptica con las posibilidades de esta tecnología: “Sería una pena si los datos que registran las formas íntimas en las que reaccionamos ante una obra de arte frenan la espontaneidad de nuestro comportamiento. La idea de que nuestras emociones se pueden ‘almacenar’ es reductiva y un poco desconcertante”, sostuvo.

(Télam)